"...Mientras lo haces, recuerda por favor que el orgullo excesivo es un pecado corriente pero que un hombre puede, con la misma facilidad, frustrar la voluntad de Dios por una excesiva humildad...". Ken Follett en "Los pilares de la tierra". Este libro es una interesante recreación de la Edad Media. En el mismo se relata entre varias historias, la vida de un constructor que busca erigir una catedral.
Fueron precisamente las catedrales las que marcaron los primeros pasos en el arte de construir obras magnas y cada constructor tenía secretos que guardaba celosamente. Esos secretos le permitían pensar en ventanas más grandes, paredes más altas, arcos de medio punto y ojivas que aumentaran la magnificencia de la obra. Pero no obstante "ver" la catedral, no dejaban de entender la importancia de cada piedra. Cada una era importante y el albañil las tocaba, casi como acariciándolas, sintiéndolas casi vivas, deseando pulirlas y usarlas en la construcción. Una historia pletórica de simbolismos.
Por analogía, la palabra construir se utiliza para muchas otras cosas, entre ellas: la sociedad, la familia, la nación. En estos casos podemos decir que cada hombre es una piedra, que los valores son los cimientos y las instituciones las columnas. Por supuesto que la dinámica de la construcción social tiene factores que pueden redefinir constantemente el diseño de la obra, pero en términos generales, se asume que al menos estamos de acuerdo sobre qué construir.
Nadie en su sano juicio utilizaría una piedra para romper una ventana y muchísimo menos la arrojaría a la cabeza de otro constructor.
Porqué tendríamos entonces que asumir como naturales los hechos de violencia social? Todos tenemos responsabilidad en esta obra, en consecuencia, las imágenes que vemos en la televisión nos muestran un problema propio. Piedras arrojadas contra bancos, comercios, instituciones y personas son, ni más ni menos, que piedras arrojadas contra nuestra obra. Quizás lo impersonal de las imágenes televisivas nos llame a error y pensemos que nosotros no las arrojamos. Es lo mismo, ya que lo permitimos. En nuestro camino de aprendizaje podemos haber perdido la adecuada dimensión de nuestra participación en la construcción. Por eso la cita inicial a Ken Follett.
Podemos pensar con excesiva humildad y creer que nuestro accionar no es importante ó bien hacer gala de soberbia postulando que esos problemas no son nuestros. Tenemos una piedra en las manos y todo depende del uso que le demos.
Todo hombre tiene derecho a soñar una catedral, mientras pula su propia piedra.