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Hacia una vida poscristiana

CHRISTIAN GADEA SAGUIER
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¿Te aterrorizaría la idea de abandonar la religión? Cada vez somos más los que vivimos ajenos a un sistema religioso, pero comparado con los creyentes constituimos un puñado. Esta nota no es una propaganda ni una invitación sino que pretende platear un cambio de enfoque de lo dogmático hacia una visión del mundo naturalista; libre de elementos místicos o sobrenaturales, desplazando la cultura humana sobre otra base que no sea cristiana, tampoco nihilista sino poscristiana. Se trata de construir otro tipo de sociedad para los que no quieran seguir habitando intelectualmente sitios que ya fueron demasiado utilizados. Una edificación, en otro lugar, que no contenga referencia teológica pero tampoco cientificista, para habitar una nueva moral o renovar la de algunos movimientos presocráticos, como los epicúreos o los estoicos. No se trata de acondicionar las iglesias, tampoco destruirlas y menos hacer una huelga como postula Ayn Rand en La Rebelión de Atlas.

¿Por qué recurrir a los presocráticos? No se pretende cambiar las estampitas de San Cayetano por Epicuro, sino de una nueva lectura, emulando lo que hizo Nietzsche cuando recuperó algunas ideas de saberes antiguos como las del estoicismo, que insisten en que la nostalgia del pasado y la esperanza de un futuro mejor nos alejan de la auténtica sabiduría, que consiste en saber reconciliarse con lo que hay y en vivir en la única dimensión real del tiempo; es decir, vivir el presente, con una feliz desesperanza, tal como titula André Comte una de sus obras. La deconstrucción nietzscheana, según Luc Ferry en Familia y Amor, muestra analogías con los grandes movimientos de protesta en contra de las normas sociales tradicionales de los que está llena la historia del siglo pasado.

Para iniciar el camino es necesario estar convencido del new deal que propone Michael Onfray en Tratato de Ateología: «Un nuevo contrato que legitime la relación humana sin Dios, la religión o los curas, sin necesidad de ser amenazado con un infierno o seducido con un paraíso, eludiendo la ontología de premio y castigo posmortem para alentar las buenas acciones, justas y rectas. Una ética sin obligaciones o sanciones trascendentes».

Al seguir esta pauta ya no es necesario negar públicamente a los dioses, tampoco comprometerse en un clericalismo ateo que devino en la cara opuesta –pero de la misma moneda– del cura. Se trata de apuntar a lo que Gilles Deleuze llama, en Pericles y Verdi: La Filosofía de Francois Chatelet, un ateísmo tranquilo; es decir, una filosofía de vida que no plantee como causa la inexistencia o muerte de los dioses. Esas ideas son elementos que hay que considerar como adquiridas para resolver los verdaderos problemas de nuestra existencia. Sobre esta tendencia Onfray apunta: «es menos una posición estática de negación o de lucha contra Dios que un método dinámico que desemboca en una proposición positiva». Por lo tanto, la negación de lo sobrenatural no es un fin sino un medio para construir con otros valores. Pero, ¿acaso no es la religión lo que nos hace morales? 

«A la religión se le han acabado las justificaciones. Gracias al telescopio y al microscopio ya no ofrecen explicación de nada importante. Allá donde en otro tiempo solía ser capaz de impedir la aparición de rivales mediante la imposición absoluta de una visión del mundo, hoy día solo puede obstaculizar y retrazar los progresos hacia a los que nos encaminamos», opina Christopher Hitchens en Dios no es Bueno

Muchos creen que el papel más importante de la religión es ser soporte de la moralidad al darle a la gente una razón imbatible para obrar bien. Daniel Dennett en Romper el hechizo asegura que «no se ha descubierto evidencia alguna que sustente la afirmación según la cual las personas no religiosas sean más propensas a matar, a violar, a robar, o a romper promesas que la gente que sí cree».

Los filósofos de la moral –desde los días de Hume y Kant, pasando por Nietzsche, hasta arribar al presente– han estado de acuerdo en pocas cosas, pero todos han considerado esa visión de la moralidad religiosa como una suerte de trampa, una reducción al absurdo en la que sólo caerían los más incautos moralistas; sin embargo son legión los adeptos, pero una pálida minoría la practicante. «No necesitamos a un dios policía o a sus agentes para generar un clima en el que podamos hacer promesas y conducir los asuntos humanos sobre la base de ellas […]. Además, no hay ninguna razón por la que el hecho de no creer en la inmaterialidad o en la inmortalidad del alma pueda hacer a una persona más despreocupada, menos moral, menos comprometida con el bienestar de todos los habitantes de la Tierra que alguien que cree en el espíritu», afirma Dennet. Empero, El sigue vivo en los juramentos legales de varios países.

El bien y el mal no solo existen porque coinciden con las nociones de fiel o infiel en la religión, sino porque atañen a la utilidad y felicidad de la humanidad. «El valor de un ser humano no viene determinado por su grado de posesión supuesto o real de la verdad, sino más bien por la honestidad de su esfuerzo por alcanzarla. No es la posesión de la verdad, sino más bien la búsqueda de la misma, lo que ensancha su capacidad y donde puede hallarse su creciente perfectibilidad», escribe Gotthold Lessing en Anti-Goeze.

Un principio divino –anota Esther Díaz en el prólogo de la citada obra de Onfray– es sólo un conjunto de palabras. No hay entidad que lo sostenga. Más allá no hay nada. Pero en este mundo, en la contundente realidad de la inmanencia, existen pensamientos alternativos a la teología hegemónica. Existen sujetos alegres que aman la vida. Hay materialistas, cínicos, hedonistas, sensualistas, dionisíacos. Ellos (tal como señala Onfray) saben que sólo tenemos un mundo y que al negarlo –o concentrarnos en lo trascendente desde una óptica metafísica– nos arrojamos a la pérdida de su uso, disfrute y beneficio. 

Ahora que conoces una alternativa a la teología, ¿te inscribirías en esta filosofía de vida?. Cuando deliberes recuerda al Gran inquisidor en Los hermanos Karamazov de Dostoievski: «más allá de la tumba no hallarán nada más que la muerte. Pero guardaremos el secreto, y por su felicidad los atraeremos con la recompensa del cielo y la eternidad»
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¿Por qué el clero no debe participar en política?

CHRISTIAN GADEA SAGUIER
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El gobierno paraguayo –a cargo de la Presidencia pro tempore del Mercosur– organizó esta semana (marzo 9-15 2009) junto con los impulsores de la Teología de la Liberación el «primer diálogo interreligioso del Mercosur». La Conferencia Episcopal de la misma nación –en su primera reunión del año, marzo 2009– reclamó al Gobierno el fin el de la inseguridad, el desempleo y la migración. La Iglesia Católica en Brasil enfrenta al Estado ante el aborto practicado a niña de nueve años embarazada de gemelos tras ser violada por su padrastro. Estos hechos –que generan indignación en mi persona– me provocaron encontrar las argumentaciones que responden a la pregunta que lleva por título esta nota.

La distinción de raigambre evangélica entre Dios y el César que suponen realizada por Jesús (Mt.20, 15-22) delimita ambas jurisdicciones, política y religiosa, y es conocida con la expresión «dualismo cristiano»; sin embargo, se da en los hechos la participación de una parte del clero en la política de las naciones. ¿Cómo manejar los límites de este encuentro sin que la religión termine convertida en un mensaje político y la política convertida en una religión? 

También es importante resaltar que la corrupción en Latinoamérica convirtió a la vida política en un territorio casi completamente desprestigiado, y a veces algunos políticos pretenden dirigirse hacia la religión en la búsqueda de una abandonada pureza –que tampoco tiene la Iglesia, solo basta recordar los ríos de sangre en épocas inquisitoriales–. 

La Iglesia Católica se opuso a la separación de la política con respecto a la religión debido a su adhesión histórica al régimen monárquico, representado en la persona del Rey, pero no le quedó otra que ir reconociendo, por lo menos gradualmente, la legitimidad de la soberanía del pueblo. Fueron los ideólogos liberales quienes sostuvieron en cambio que el pueblo es soberano, y que no es ningún dios sino la soberanía popular la real fuente del poder. Esta corriente acuñó el laicismo, que sostiene –como parte de su doctrina– la separación completa de la Iglesia y el Estado, negando toda legitimación a un orden divino ajeno a la voluntad del nuevo soberano que quedaba así constituido en la fuente primaria de la autoridad. 

Ante una nueva visión del mundo, las relaciones entre lo político y lo religioso fueron redefinidas por la Iglesia Católica durante el Concilio Vaticano II, y fundamentalmente en dos documentos: la Constitución pastoral Gaudium Spes y la Declaración Dignitatis Humanae. Estos se complementan con otros como: Lumen Gentium, Apostolicam Actuositaten, Unitatis Redintegratio y Nostra Aetate

Entonces, ¿cuál es el fin de la Iglesia Católica? Roberto Bosca, en Política y Religión, destaca que Juan Pablo II, en Puebla de los Angeles, al inaugurar la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (febrero 1979) consideró necesario advertir a los obispos de un modo muy claro y descarnado sobre ciertos reduccionismos que amenazaban convertir a la Iglesia en un instrumento de la revolución social. «La Iglesia tiene una misión espiritual y religiosa», indicó. El Papa se había inspirado en el Evangelii Nuntiandi de Pablo VI, donde se explica el sentido de la evangelización en el contexto cultural de nuestro tiempo, según Bosca. Además, Código de Derecho Canónico lo define con claridad: «el fin supremo de la Iglesia es la salvación de las almas». También indica: «La misión de la Iglesia no es de orden político, ni económico sino moral».

Por lo tanto, la Iglesia como tal no tiene la misión de establecer la Justicia, ni es su finalidad transformar las estructuras de la vida social. No le corresponde dar soluciones temporales de nada, según escribe Javier Hervada en su artículo Pensamientos sobre sociedad plural y dimensión religiosa, publicada en la revista Ius Canonicum (XIX, 1979). No le corresponde dar soluciones temporales sencillamente porque la misión salvífica no es de esa naturaleza, sino que es de orden sobrenatural. 

Benedicto XVI, siendo cardenal, previno contra la tentación de la participación política del clero: «En la Iglesia no estamos para asociarnos y ejercer un poder», expresó en La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia Católica ante el nuevo milenio. Y después, como Papa, en su encíclica Deus Caritas Est exhortó: «…en este punto se sitúa la doctrina social católica: No pretende otorgar a la Iglesia un poder sobre el Estado». 

En consecuencia, la participación del clero en política deviene en un clericalismo que toma su contenido de las ideologías o las corrientes políticas del tiempo. El clero transforma su misión en una ideología de la fe, pretendiendo imponer una determinada propuesta política, omitiendo que esta tarea es para los laicos. El clericalismo es una corrupción de la vida religiosa que se viene dando a lo largo de toda la histórica de la Iglesia; representa el deseo de la instrumentación de la fe desde una perspectiva de poder, que se articula cuando el sacerdocio asume un liderazgo temporal excediendo su esfera específica.

No puede desconocerse que el clero tiene –a fuerza de la hoguera– la representación de quien considera que fue el hijo de un dios, y en un sentido similar cuenta con la representación oficial de la Iglesia, por lo que el Sínodo de Obispos de 1971 prescribió que el sacerdote debe apartarse de cualquier cargo o dedicación política. La postura surge atendiendo que la institución en razón de su misión no asume como tal un compromiso político concreto y directo sino a través de sus fieles laicos, que en particular considero que lo deben cultivar en su intimidad.

El gobierno paraguayo, y ningún ciudadano latinoamericano puede olvidar que la Teología de la Liberación representa una suerte de retorno a las actitudes fundamentalistas del monismo precristiano y pretenden de hecho una verdadera politización de la estructura eclesiástica, tal vez hoy velada por otros temas como la ecología y la participación ciudadana.  

En cuanto a la doctrina social de la Iglesia –declarada en Gaudium Spes– es nada más que una luz que les permite a sus fieles leer la realidad con una visión cristiana, pero en el pasado quedó su poder hegemónico, a pesar de que algunos clérigos lo miran con añoranza. 
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Alternativas a la creencia divina

CHRISTIAN GADEA SAGUIER
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¿Es posible la existencia sin Dios? Sí, por supuesto. Quien escribe y una legión de no creyentes vivimos, lo que demuestra que se puede vivir sin él, en el caso que sea definido como sujeto; entonces, ¿es probable que Dios no exista? Esta cuestión que se encuentra viajando en transportes públicos europeos es la actitud que tomamos no pocas personas, pero negar la idea de Dios como predicado se hace más difícil. Veamos… 

Esta semana lo expuso con claridad Fernando Savater en una tribuna de El País: «…decir que Dios probablemente no existe es decir demasiado o demasiado poco. Imaginemos que alguien nos pregunta si el Banco de Santander existe: como hay numerosas sedes de esa entidad, directivos y empleados, gente que le confía sus ahorros, cotiza en Bolsa y reparte jugosos dividendos, etcétera..., la única respuesta lógica y sensata es la afirmativa. Pero si mi interlocutor me asegura que acaba de encontrarse con el Banco de Santander por la calle y le ha revelado fórmulas para escapar de la crisis, me negaré a creerle... porque el banco en cuestión no existe, es decir, no existe en el sentido que vale para los viandantes, Barack Obama, la sierra de Gredos o los animales invertebrados. Creo que lo mismo ocurre con Dios: en un sentido es imposible negar que existe, en otro es imposible afirmarlo». Ante esta situación se presentan tres caminos para romper el hechizo divino.

En particular no soy partidario del mote religioso con que se define las variantes a la creencia: ateo o agnóstico; me cae mejor la palabra «naturalista» o «bright» acuñada por Daniel Dennet en su ensayo The bright stuff, donde llama la atención sobre los esfuerzos de algunos agnósticos, ateos y otros partidarios del naturalismo por poner en circulación un término para los no creyentes. ¿Qué es un bright? Nuestro sitio web en español lo define claramente: «Un bright es una persona con una visión naturalista del mundo. Su visión del mundo está libre de elementos místicos o sobrenaturales. La ética y acciones de un bright se basan en una visión naturalista del mundo». La palabra «bright» significa literalmente «brillante». El título del artículo referido es también un juego de palabras: significa, por una parte, «la materia brillante» y, por otra, así como «lo de los Bright» o «la cosa de los Bright». 

Pero, si me resigno al mote, me parece imposible hacer compatible el ateísmo con el afán misionero. Como individuos tenemos distintas circunstancias entre las que funcionamos. No pensamos de la misma forma en varios asuntos de acción y, más allá de otros principios, no es deseo de este autor presionar para su conformidad. Nuestros países, culturas, política, género, profesiones, intereses y demás, difieren ampliamente. Sin embargo, estamos generalmente «en sincronía» los unos con los otros porque compartimos una visión del mundo libre de elementos místicos y sobrenaturales. Esto es lo que nos une. No tenemos necesidad de reunirnos todos los días, ni cada siete, ni con motivo de ninguna festividad, ni para proclamar nuestra rectitud o postrarnos en nuestra indignidad; no necesitamos ningún sacerdote, ni alguien que custodia la doctrina, somos libres. No confiamos exclusivamente en la ciencia y en la razón, ya que estos elementos son necesarios en lugar de suficientes, pero desconfiamos de todo aquello que contradiga o atente contra la razón, respetando la libre indagación, la actitud abierta y la búsqueda de las ideas por lo que valen en sí mismas, sin mantener nuestras convicciones de forma dogmática.

Ahora, echemos la mirada a los senderos más conocidos transitados por los no creyentes: ateo y agnóstico. Ambos tienen en común el hecho no creer en Dios; sin embargo, el primero es una apuesta, pero negativa. «Un pensamiento que sólo se alimenta de la ausencia de su objeto», sostiene André Comte-Sponville en El alma del ateísmo

Conozco dos formas de ateísmo: no creer en Dios (forma negativa), o creer que Dios no existe (forma positiva). En estas dos variantes el ateo toma partido contra la existencia de Dios. No tiene una certeza sino que imprime una apuesta en virtud de pruebas que le llevan a considerar más bien ausencia que presencia. Se asocia mucho el ateísmo con tristeza, sinsentido, escepticismo, cuando en realidad representa lo contrario. Celebración de la vida, la naturaleza, despojado de los sentidos trascendentales. 

«…ser ateo no quiere decir tampoco sentir a la existencia vacía: esa es la representación que un creyente hace del ateísmo porque para él, si no hay dios, entonces esta realidad carece de sentido y de orden. Para el ateo el sentido no viene dado por ninguna realidad trascendente ni por ninguna existencia inmaterial y superior. La existencia tiene sentido de por sí, y en verdad tiene un sentido superior al de nuestras fuerzas. La vida es perfecta como es: avasallante, feroz, increíble, sensacional, compleja, desbordante, exuberante, maravillosa, incomprensible. Que no pueda comprenderse no quiere decir que haya que apelar a Dios, hay que entender y aceptar que la vida no es un fenómeno para comprender sino para experimentar, es plena en sí misma y no va a dar a ninguna parte. Tras la muerte, nada…», escribe Alejandro Rozitchner en Hijos sin dios

El agnóstico en cambio no cree nada; ni que dios exista ni que no exista, deja la cuestión en suspenso. Es aquel que se niega a elegir, colocándose en una especie de centrismo metafísico. No toma partido, no se pronuncia, pero se cuestiona sobre el por qué habría que pronunciarse sobre algo que ignora, por lo tanto elige no elegir. 

Respeto a los creyentes, pero trato también que se respete a los no creyentes, una situación que no sucede del todo. Hay creyentes que me tocan el timbre para hablarme de Dios, ¿podría yo salir los domingos por el barrio para decirle a la gente que no necesita esconderse tras el velo de la fe? 

Sigmund Freud estaba bastante en lo cierto cuando en el Porvenir de la Ilusión describía el impulso religioso como algo esencialmente imposible de erradicar hasta que la especie humana venza su miedo a la muerte y su tendencia al pensamiento ilusorio, o a menos que ambas cosas sucedan.  La vida, la inteligencia y el razonamiento comienzan precisamente en el punto en que termina la fe. Como desafió kant «sapere aude» (atrévete a saber).
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La lucha por una muerte digna

Christian Gadea Saguier
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Eulana Englaro, una mujer italiana en coma desde hace casi 17 años, cuyo padre mantiene una batalla jurídica desde hace 11, espera en la clínica La Quiete de Udine el momento de ver reconocido su derecho, sancionado por todas las instancias judiciales posibles, a no vivir sin capacidad de entender y querer. Sin embargo, un golpe de efecto político de Silvio Berlusconni, aplaudido desde los balcones del Vaticano, pretende evitar la decisión de la mujer. 

Es muy curioso que Berlusconi haya salido precisamente ahora a escena. Cuando era primer ministro, en 2004, Beppino –su padre– escribió una carta pidiéndole ayuda. No respondió. Como la política no hizo nada y el Gobierno tampoco, se dirigió a los jueces. Les pedió ayuda y ellos cumplieron su deber. Durante más de diez años todas las instancias judiciales examinaron hasta el más mínimo detalle y aprobaron el deseo de Eulana.

Tres médicos están intentando cumplir al 100% el protocolo que decidió el juez.  Hoy se cumple su tercer día sin recibir alimento ni hidratación alguna y se encuentra en un «estado físico óptimo», asegura su neurólogo, Carlo Alberto Defanti, en declaraciones al diario Corriere della Sera. «Durante la primera semana sin alimentación ni hidratación no debería correr grandes riesgos. Probablemente resistirá incluso más de la media», ha manifestado el especialista. 

Respecto a su estimación sobre cuándo se produciría el óbito, si continúa el proceso, Defanti ha respondido: «Desde el momento de la suspensión (el viernes pasado) de la alimentación y la hidratación artificial a la muerte podrían pasar incluso de 12 a 14 días». El médico ha subrayado que ha cuidado a Eluana todo este tiempo y que ahora la está ayudando a morir. «Ayudo a una persona a cumplir su propia voluntad. Se trata de un ser humano indefenso que ha sido traicionado por todos, excepto por su padre y otros pocos. Y quizá lo sea todavía. Asumo mi responsabilidad. No doy un paso atrás», indicó a El País

«La Iglesia no tiene nada que ver en el asunto. No me puede imponer sus valores. Puede opinar, pero lo que diga no tiene que ver conmigo ni con Eluana. El magisterio de la Iglesia es moral sólo para sus fieles; el Estado es laico, y en él están también los católicos. Lo que dice la Iglesia les debe afectar a ellos, no a los que no profesamos esa confesión. De forma que todo lo que digan es su problema, no mío», expresó el padre en una entrevista concedida al El País el domingo pasado. 

El proyecto de ley de Berlusconi contiene un solo artículo en el que se dice que «a la espera de la aprobación de una completa y orgánica disciplina legislativa en materia del fin de la vida, la alimentación y la hidratación, en cuanto formas de ayuda vital y fisiológicamente indicadas para aliviar el sufrimiento, no pueden en ningún caso ser rechazadas por los sujetos afectados ni por quien asista a sujetos que no pueden valerse por sí mismos». Se esperan sesiones maratónicas en el Senado. Tras su votación, el texto pasará a la Cámara de los Diputados. Si ambas Cámaras aprueban el proyecto de ley, el texto necesitará la firma del presidente de la República, Giorgio Napolitano, y su publicación en el Boletín del Estado para entrar en vigor, lo que podría ocurrir el miércoles próximo por la tarde.

Su padre está más tranquilo que nunca. En paz. No le afecta la manipulación política que ha hecho del caso Silvio Berlusconi, ni el escándalo apocalíptico orquestado por el Vaticano, ni las acusaciones de asesinato que, otra vez el fin de semana, le lanzó la curia romana. «La condena a vivir bajo cualquier condición es mucho peor que una condena a muerte», dice desde su casa de Lecco, donde espera el desenlace con su mujer, Saturna, enferma de cáncer desde 1992, el año en que Eluana tuvo el accidente que la dejó en estado vegetativo.

Las presiones del Vaticano y de la Conferencia Episcopal Italiana, negadas y admitidas a la vez ahora desde San Pedro, han sido constantes, públicas y notorias, sobre todo desde que, en noviembre del año pasado, el Supremo refrendó la sentencia del Tribunal de Apelación de Milán que reconocía el derecho de Eluana a ser desconectada. En primera línea de la ofensiva se ha implicado, por primera vez, el equipo de Gobierno del Papa, que además coincide con el sector más integrista de la Curia. El Vaticano ha hecho campaña «cultural» desde medios públicos y privados, propios y ajenos, para tratar de movilizar a la opinión pública italiana, muy favorable a Englaro antes de la ofensiva. Descalificaciones, rebelión contra la sentencia judicial, insultos al propio Englaro, petición de que le sea retirada la patria potestad... «Homicidio de Estado», «asesinato», «condena a muerte...» Todo ha servido. La culminación de toda esta fase de «no injerencia» fue el aplauso inmediato de la Curia al decreto y las críticas a Napolitano por no firmarlo. 

Beppino es tachado de «muy laico». Los 2009 años de historia de la Iglesia van por un lado y el Estado va por el suyo. Para pedir justicia no se dirigió a ellos, sino a los tribunales de Justicia. A ellos no les pede nada, ni se lo pedirá, asegura. «Pueden decir lo que quieran, no lo discuto, pero esta historia está fuera de su poder», sentencia el padre.

La implicación del Vaticano ha sido tal que incluso Giulio Andreotti, senador vitalicio y siete veces primer ministro, ha criticado la maniobra en una entrevista a La Stampa. Ha defendido a Napolitano por no firmar un decreto «inconstitucional», ha atacado al Gobierno por implicarse «en un asunto privado», y ha pedido a la Iglesia que «dé marcha atrás», «baje el tono» y que suprima «las manifestaciones en la calle». 

¿Hasta cuándo estaremos sujetos a los deseos de la curia vaticana y a los manotazos de políticos oportunistas? ¿Quiénes son ellos para indicar cómo vivir y menos cómo morir? Eulana eligió morir y debemos respetar su deseo. Ojalá descanse en paz. 

¿El bus ateo llegará a Latinoamérica?

Cuando te encuentres leyendo esta nota de seguro que ya te habrás cruzado con alguna publicidad en la vía pública que hacía referencia a una doctrina religiosa. Esto es natural en nuestras sociedades. En la ciudad en que vivo existen varios letreros de sanatorios evangelistas donde Jesús aparece detrás de un cirujano que se encuentra operando a una señora. El mensaje no es necesario escribirlo, ya tú sabes…

Pero desde el último trimestre de 2008 se encuentran circulando por Londres, Washington, Barcelona y próximamente en Madrid autobuses (ómnibus de pasajeros) que también transportan la siguiente publicidad: «Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de tu vida". 

La frase tiene ese delicioso toque escéptico tan del gusto de los ingleses; ni siquiera hace una declaración taxativa, sino que se limita a indicar una probabilidad, puesto que si la existencia de Dios fuera una evidencia, no sería motivo de fe, ni de apuesta. Se trata por lo tanto de un terreno propio de la libertad de cada uno, y su plausibilidad debe discutirse y respetarse en el ámbito de la sociedad civil.

«Choca esas cinco, ateo». El bus ateo inició su marcha hacia todo el mundo con un artículo titulado así en el diario británico The Guardian. Ariane Sherine, una periodista inglesa de 28 años, se había topado con un autobús en Londres decorado con citas bíblicas y una referencia a una web evangelista con la advertencia: «El que no sea creyente se quemará en el infierno». 

Indignada, escribió en esa columna de opinión: «¿Por qué no recaudar 5.500 libras para pagar una publicidad atea en un autobús londinense durante dos semanas?» Lo planteaba medio en broma, pero empezó a recibir apoyos. ¡Tantos que se le fue de las manos! «No sabía qué hacer», reconoce en una entrevista que le hizo el madrileño El País este fin de semana. Pero gracias a la ayuda de la Asociación Humanista Británica empezaron a recaudar mucho dinero y 800 buses empezaron a circular por todo Londres, cuestionando la existencia de Dios. 

La campaña según el sitio busateo.org, tiene el objetivo de sensibilizar a los ciudadanos ateos, no creyentes y librepensadores en general sobre la necesidad de «hacerse visibles» para reivindicar los mismos derechos y libertades que se reconocen a los demás ciudadanos por el mero hecho de poseer o manifestar unas creencias religiosas.

No considero que haya nada de incorrecto en que los negadores toda forma de teísmo publicitemos nuestras opiniones y las defendamos argumentadamente en el ámbito de la sociedad civil, del mismo modo que lo hacen las diferentes opciones religiosas, por cierto, de manera mucho más masiva. No es competencia de los poderes públicos en una sociedad abierta y democrática pronunciarse sobre cuestiones de esa índole, sino garantizar la convivencia de todos en un marco de derechos y deberes equitativamente establecidos.

Con la publicación editorial de ilustres cruzados antirreligiosos como Richard Dawkins (El espejismo de dios, Los enemigos de la razón), Christopher Hitchens (Dios no es bueno), John Dupré (El legado de Darwin), Sam Harris (The end of faith), Piergiorgio Odifreddi (¿Por qué no podemos ser cristianos?), Michael Onfray (Tratado de ateología), la discusión sobre el ateísmo ha vuelto a despertar el debate en Latinoamérica, al punto que durante los primeros días del último mes de 2008 la argentina ciudad de Mar del Plata acogió al último encuentro internacional sobre Ateísmo. 

Pero, ¿estamos listos para tomar el bus ateo? Hablando con personas libres de todo dogma me expresaron que el tema es delicado, puesto que temen ser discriminados no ya socialmente sino profesionalmente. Nuestras constituciones garantizan la libertad de pensamiento e intimidad, pero parte de la práctica social aún no tomó en consideración este postulado y como ya no pueden rechazarnos abiertamente, utilizan la discriminación laboral para agarrarnos del cuello. Un ejemplo: cuando obtuve mi certificado de apostasía le invité a un amigo próximo a esta convicción a que emulara mi decisión, pero triste fue mi reacción cuando me dijo: «mira, no puedo, en mi familia sería un escándalo, e inclusive pondría en riego mi trabajo». 

Me resta imaginar la reacción de la iglesia Católica, y más en mi país que tenemos a un obispo de Presidente. Por ejemplo, la cúpula anglicana no se hizo problema. Rowan Williams, el arzobispo de Canterbury, se tomó con evangélica deportividad esa campaña, celebrando el interés, al menos dialéctico, que Dawkins se tomaba por la idea de Dios. No fue así en España, donde los evangelistas están preparando su bus a favor de Dios, bajo el lema «Dios si existe, disfruta la vida en Cristo» Parece que no están muy convencidos puesto que su afirmación no es tal, sino una condicionante –me refiero a la falta de acento a la «i» de si–

La democracia administrada por el poder político, como forma de organización de la convivencia, no puede proponer una determinada opción religiosa o metafísica, ni permitirse ninguna clase de adoctrinamiento, creyente o increyente, sino que debe hacer posible la convivencia entre personas que tienen interés real en cooperar de una manera equitativa, de generación en generación, a pesar de hallarse divididas en sus concepciones del mundo y de la vida. 

Pero… esta declaración teórica podría hacer agua en nuestras sociedades puesto que la presencia de Dios es muy poderosa en todos los ámbitos. ¿Encontraremos algún empresario del transporte que desee en sus ómnibus tal proclama? ¿Estarían dispuestos a hacer frente a la indirecta demanda de las iglesias? Y si el transporte fuera público, ¿nuestros gobernantes se atreverían a autorizar la circulación del bus ateo? Si apelamos a la ley es posible, pero también conoces lo ligero de su peso en estas latitudes.

Desde la laicidad latinoamericana aún nos queda mucha distancia por recorrer para llegar a la parada de los buses ateos europeos, pero si estás dispuesto a colaborar es posible que entre todos los laicistas logremos reunir el suficiente esfuerzo para comprar el boleto de algún bus. Estamos a tiempo, puesto que para los creyentes Dios es eterno. 

Christian Gadea Saguier

La participación política del clero

Diciembre constituye un periodo de reflexión en la cultura occidental, determinado por el calendario gregoriano que coloca a este mes en el último del ciclo anual, para luego volver a iniciar el viaje circular con una nueva visión de la realidad hasta el próximo diciembre. 

Pero el calendario gregoriano no es tan antiguo, proviene de 1582 promovido por el Papa Gregorio XIII para sustituir el calendario romano que se venía utilizando desde el año 46 de la era antigua; entonces ¿de dónde proviene la costumbre de este momento de reflexión?

Durante la antigüedad las sociedades regían su almanaque observando el tránsito de la tierra alrededor del Sol y las determinaciones surgían ante las variaciones que este sufría por la posición de aquella. Existían cuatro momentos determinantes, dos equinoccios y dos solsticios.

Los equinoccios ocurren dos veces por año, al momento del año en que los días tienen una duración igual a la de las noches en el ecuador. El solsticio es un término astronómico relacionado con la posición del Sol en el ecuador celeste. El nombre proviene del latín solstitium (sol sistere o sol quieto). A lo largo del año la posición del Sol vista desde la Tierra se mueve hacia el Norte y el Sur; son los dos puntos de la esfera celeste en la que el Sol alcanza su máxima declinación norte y su máxima declinación sur con respecto al ecuador celeste. La existencia de de este fenómeno está provocado por la inclinación axial del eje de la Tierra. En los solsticios la longitud del día y la altura del Sol al mediodía son máximas (en el solsticio de verano) y mínimas (en el solsticio de invierno) comparadas con cualquier otro día del año. 

En el solsticio de diciembre, invierno en el hemisferio norte, se celebraba el regreso del Sol, en especial en las culturas romana y celta: a partir de esta fecha, los días empiezan a alargarse, y esto se asociaba a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba encendiendo fuegos. Posteriormente, durante el Concilio de Nicea en 325, la Iglesia Católica decidió situar en una fecha cercana, el 25 de diciembre, la natividad de Jesús, dándole el mismo carácter simbólico de renacer de la esperanza y la luz en el mundo, y tratando así de solapar al mismo tiempo la festividad pagana previa. 

Por lo tanto, producto de la hegemonía cultural de la Iglesia Católica ganada con la hoguera y la espada, en las misas era común escuchar durante este periodo un mensaje de esperanza; pero esta tradición se extendió, fruto de la desmedida ambición, al campo político, también partidario, con la intervención de sacerdotes, obispos, diocesanos, arzobispos y monseñores en los quehaceres del Estado. ¿Deben las iglesias participar en política?

Para encontrar una respuesta coherente, ajena al feligrés dogmático que no se cuestiona este tipo de preguntas, es necesario comprender que la Iglesia Católica tiene un doble filo. La Santa Sede o Sede Apostólica es la expresión con que se alude a la posición del Papa en tanto que Cabeza Suprema de la Iglesia Católica, heredada supuestamente de Jesús según sus dogmas, bien frágiles por cierto que no resisten la mínima investigación; en oposición se encuentra la ciudad del Vaticano en tanto que Estado soberano, por intermedio de los Pactos de Letrán de 1929 logrados con el facismo, durante la era de Musollini. Aunque ambas realidades están íntimamente relacionadas, y es un hecho que el Vaticano existe como Estado al servicio de la Iglesia, de aquí surge el problema de la participación política del clero. 

Durante esta semana en mi país los cristianos celebran la festividad de la Inmaculada Concepción, dogma que se instauró tardíamente en la tradición cristiana, proclamada el 8 de diciembre de 1854 por Pío XI diecinueve siglos después del parto prodigioso, la honra de María era definitivamente puesta a salvo de dudas y murmuraciones afirmando que su pureza no era ninguna suposición teológica sino una revelación de Dios. La religión Católica, como el vino, fue aumentando su grado de divinidad gracias al paso del tiempo. Este es otro dogma que no se sostiene luego de una atenta lectura a la biblia, o analizada en Las mentiras fundamentales de la Iglesia Católica, una obra de Pepe Rodríguez. 

Esta festividad toma cuerpo con el culto a una virgen llamada de Caacupé, por constituir ese el lugar de su misteriosa aparición, gran sofisma también este. Durante esta época Paraguay se paraliza para rendir homenaje a esa virgen, al punto que el 8 de diciembre es feriado nacional, disposición que atenta contra la separación de la Iglesia y el Estado estipulada en la Constitución Nacional. 

Favorecidos por la ingenuidad de nuestra gente, el clero aprovecha la ocasión para presentar sus opiniones políticas a la población. Leamos un ejemplo: "Tenemos que cambiar el Poder Judicial para que termine la injusticia, la miseria, la inseguridad”, enfatizó monseñor Mario Medina, al señalar que la sociedad "está resquebrajada" a causa de esos males. "No es posible y es escandaloso que esta portentosa obra de progreso y de generación de riqueza no ayude sino sirva para el empobrecimiento", expresó el prelado al referirse a la hidroeléctrica de Itaipú desde el altar de la Basílica de Caacupé. "Tenemos que hacer una causa nacional" de Itaipú "con nuestras oraciones, con nuestro pensamiento, con nuestra mente positiva", agregó.

¿Qué de espiritual tienen estos mensajes? ¿Dónde ha quedado el espacio de reflexión y diálogo con el alma para recomponer el espíritu y preparar el cuerpo para la vida eterna? ¿Se olvidaron de la Virgen o la utilizan para sus componendas políticas? ¿Sus comportamientos hablan más del Jesús revolucionario que el Mesías hijo de Dios? ¿Con la avanzada de la Teoría de la Liberación, han olvidado que trabajan para cultivar el alma y purificar el espíritu? ¿Qué les importa lo que ocurre en la realidad nacional si su reinado no es de este mundo?

La Iglesia Católica en Paraguay, como un virus, no respeta la soberanía de las leyes, y nostálgica de tiempos medievales presenta su proselitismo político disfrazado en la sotana de sus clérigos que desde el púlpito se creen jueces de la República, cuando son simples mensajeros de una doctrina inventada tras la caída del imperio romano. 

Christian Gadea Saguier

Dios está en el cerebro

Una obra de Mattew Alper, que lleva por nombre el título de la presente, enseña un argumento impresionante para demostrar que existe una programación predeterminada en nuestro cerebro para que sea posible la creencia en un dios. Para su argumentación, el autor considerado uno de los fundadores de la neuroteología, ofrece una explicación lógica sobre cómo heredamos, a través de la evolución, un mecanismo que nos permite sobrellevar nuestro miedo más grande: el de la muerte. El ensayista, filósofo de profesión, presenta los datos necesarios para pensar que, así como el hombre tiene una capacidad cognitiva para el lenguaje, las matemáticas o la música, la espiritualidad y la religiosidad también hacen parte de esta evolución cognitiva.

Así como todas las culturas humanas han demostrado una tendencia a desarrollar un lenguaje, todas también han manifestado claramente una propensión a desarrollar una religión y una creencia en una realidad espiritual. Según E.O. Wilson, ganador del premio Pulitzer: “La creencia religiosa es una de las constantes universales de la conducta humana, la cual tiene una forma definida en cada sociedad”. Intelectuales como Carl Jung, Joseph Campbell y Mircea Eliade, afirmaron que todas las culturas han tenido siempre una interpretación dualista de la realidad, y han considerado que la realidad consta de dos ámbitos o sustancias distintas: la física y la espiritual.

De este modo, los objetos que pertenecen al mundo físico son considerados como tangibles, corpóreos y existen en un estado de cambio permanente, siendo temporales y fugaces. Por otra parte, perciben la existencia de un mundo espiritual inmune a las leyes de la naturaleza física, como algo permanente, fijo, eterno e imperecedero. Algo así como el verdadero mundo de Platón, el Topus Uranus. Si es cierto que todas las conductas transculturales representan rasgos genéticamente heredados, ¿no deberíamos suponer entonces que el mismo es válido para la tendencia que tiene nuestra especie a creer en una realidad espiritual trascendente a la naturaleza? Si la humanidad evolucionó por selección natural darwiniana, el azar genético y la necesidad ambiental –y no Dios– creó las especies.

El hecho de que todas las culturas humanas tiendan a creer en una realidad espiritual sugiere una de estas tres cosas: la primera, que todas han concebido los mismos conceptos espirituales debido a una gran coincidencia; la segunda, que durante la aparición de nuestra especie, algunos individuos crearon los conceptos de un mundo espiritual, un dios, un alma y una vida después de la muerte, y estas fueron transmitidas oralmente de generación en generación; la tercera, lleva a considerar que así como el lenguaje, también debe haber una fuerza fisiológica relacionada con la creación de una realidad espiritual, una función como cualquier otra de nuestras capacidades cognitivas.

Si la especie humana está programada para creer en un mundo espiritual, esto sugeriría que Dios no existe como un ser que está en el más allá y que es independiente de nosotros, sino que realmente es el producto de una percepción heredada, la manifestación de una adaptación evolutiva que existe exclusivamente dentro del cerebro humano como consecuencia de su conciencia y por ende de su preocupación de extender la vida más allá de la muerte; así Dios es más bien un producto de la cognición humana para disminuir la ansiedad de la existencia y permitiría la concentración en otras preocupaciones. Por lo tanto, parece ser que existe alguna parte del cerebro que manipula nuestras percepciones y respuestas emocionales y nos hace creer que hay fuerzas sobrenaturales a nuestro alrededor.

Tras suponer que la espiritualidad es el producto de un impulso genéticamente heredado, ¿por qué evolucionó este rasgo? ¿cuál es la ventaja de poseer una conciencia espiritual? Según el psicólogo religioso Bernard Spilka, “una de las principales funciones de la creencia religiosa es disminuir el miedo a la muerte que una persona siente”. Esta noción también está respaldada por la afirmación de Mortimor Ostow, otro psicólogo religioso: “la religión es una defensa natural contra el conocimiento que tiene el hombre de que debe morir”.

Protegidos de la amenaza perpetua de la muerte, los humanos pudieron realizar sus rutinas diarias y dedicarse a sus necesidades más “mundanas”. Con la aparición de la conciencia espiritual, el funcionamiento cognitivo del hombre se estabilizó hasta el punto en que ya podía vivir en un estado de calma relativa, a pesar incluso de su conciencia de que la muerte era inevitable, tenía garantizada otra vida en el más allá. Si esto es cierto, sugiere que Dios no es una fuerza o entidad trascendental que realmente exista en el más allá y que sea independiente de nosotros, sino que realmente es la manifestación de una percepción humana heredada, un mecanismo de defensa que nos obliga a creer en una realidad ilusoria para poder superar la conciencia de nuestra muerte.

¿Dónde queda entonces la manifestación de contacto con lo divino? Así como las culturas sienten tristeza, también tienen experiencias espirituales. Para suministrar evidencia física que compruebe esta noción, Andrew Newberg y Eugene D`Aquili, de la división de medicina nuclear de la Universidad de Pennsylvania, utilizaron una tomografía computarizada para observar cambios en la actividad neuronal de varios monjes budistas. Su experimento mostró que cuando los monjes practicaban la meditación –y sentían que eran uno con toda la creación– hubo un cambio notable en la actividad neural de los lóbulos frontal y parietal, así como de la amígdala cerebral, lo que ofreció una confirmación física de que las experiencias espirituales pueden relacionarse directamente con ciertas regiones del cerebro.

Si las experiencias espirituales son una característica heredada ¿por qué nuestra especie experimenta esta sensación particular? ¿cuál es su propósito?, puesto que si esta serie de sensaciones no cumplieran una función específica, sería muy improbable que hubieran aparecido en nosotros. Probablemente evolucionó como respuesta a la conciencia de nuestra identidad, que infortunadamente suponía también la conciencia de la muerte. Debido a la conciencia mortal, el animal humano habría vivido en un estado continuo de temor a menos que hubiera algo que le ayudara a aliviar la pulsión de muerte. Una de las formas en que opera la función espiritual es produciendo una creencia natural en seres sobrenaturales, en el alma y su continuidad después de la muerte. Como resultado de esto nos creemos inmortales, pero esto sólo está en nuestro cerebro.

Christian Gadea Saguier

Aislado por no estar bautizado

Una pareja española ha sacado a su hijo de nueve años de un colegio en Málaga porque el niño, que cursa 4º de primaria, se sentía marginado por no estar bautizado. Todo comenzó hace un año, cuando la tutora preguntó en clase de religión quién estaba bautizado. "Nuestro hijo levantó la mano y dijo que él no lo estaba. A partir de entonces los niños le decían en el recreo frases como 'no juegues con él que no es cristiano', y lo dejaron de lado", relatan los padres en un escrito remitido a la delegación de Educación de la Junta, y publicado esta semana en El país, en el que denuncian un supuesto caso de acoso escolar. "Nos llegó a pedir por favor que lo bautizáramos para ser como los demás, porque creían que así lo tratarían mejor", añaden los padres.

La Junta ha abierto una investigación sobre los supuestos hechos que recoge el escrito. "Un inspector estudiará el entorno del menor", señaló esta semana un portavoz de Educación, según indica la nota de J. Viúdez. La dirección del colegio Nuestra Señora del Carmen niega el acoso y dice que se trata de un niño "con afán de protagonismo" y que "interrumpe mucho la marcha de las clases". "Creo que no habría motivos para sacarle del colegio si sus padres se pusieran en el sitio que les corresponde", aseguró el director, Tomás Leal.

El menor comenzó a asistir la semana pasada a un colegio público. "Se ha adaptado muy bien, está más contento", asegura Carmen Bueno, la madre.

Los padres aseguran que hubo un cambio en el menor, algo que en el centro niegan. "Pasó a estar más triste, decía que no quería estar en el cole, porque no jugaban con él, le echaban la culpa de cosas", explican los progenitores. Hablaron con la tutora y enviaron un escrito a la dirección, pero la situación se puso cada vez más tensa. Cuando el niño terminó tercero de primaria se plantearon llevarlo a otro centro, pero no lo hicieron.

Con el nuevo curso, la situación no cambió. Los padres acusan a la tutora de tratarles de forma "seca" y de avergonzar a su hijo delante de la clase. "La profesora le acusa de meterse con su método de enseñanza, porque el niño le pide que le regañe en su mesa o a solas, porque ya está cansado de que le digan que quiere ser el centro de atención (...) Esto es una guerra continua con la profesora y una lucha diaria para que nuestro hijo no se venga abajo", aseguran.

¿Te das cuenta hasta qué punto la sociedad está tomada por la tradición religiosa? ¿Qué ocurriría en esta criatura si sus padres desarrollaran una crianza emancipada de la religión? ¿Cómo viviría socialmente sin discriminación? ¿Cuánto es el peso de llevar una vida libre de religiones?

Los chicos necesitan verdades, que los padres pongan en palabras lo que les pasa, lo que piensan, lo que sienten. Los chicos son muy perceptivos porque están en un estado virgen de sentidos, todavía no tienen esquemas construidos, son como un campo vacío con el terreno más fértil para ser sembrado, captan mucho más de lo que nos damos cuenta. Tienen todos los sentidos abiertos, en espera de desplegarse. Una forma de no cerrarles la posibilidad de crecer conectados consigo mismo, con sus sentimientos, con sus deseos, es hablarles claro. Por supuesto que esto debe ser acorde con la edad de cada niño: no son las mismas respuestas las que se le dan a un nene de tres que a uno de siete, y también dependerá de la sutileza de los padres. Pero siempre se puede hablar claro y no evadir las preguntas  ni las cuestiones que a primera vista pueda resultar difícil.

Criar hijos sin religión, según Alejandro Rozitchner un filósofo argentino autor de Hijos sin dios, quiere decir enseñarles a creer en sí mismos sobre todas las cosas. Habilitarles todas las preguntas que quieran hacerse y las que quieran hacernos. Transmitirles la sensación de que pueden confiar en sus decisiones sólo por el hecho de ser ellos quienes las toman. Criar hijos sin apelar a dios quiere decir enseñarles a ser dueños de sus actos. Responsables de elegir cómo vivir, protagonistas de su destino. Es querer ayudarlos a disfrutar de esta vida que tenemos hoy, la que conocemos, sobre la que podemos actuar. 

¿Con qué valores los voy a educar? Se asocia la idea de que sólo bajo normas religiosas se les puede enseñar a los niños a asumir valores, saber discernir entre lo que está bien y lo que está mal. Hay como una idea generalizada de que "los valores" son propiedad de la cultura religiosa, cuando en realidad sentir que es desde un marco religioso desde donde se les puede inculcar valores a los hijos es como sentirse chiquito y desconfiado, es no creerse capaz de tomar decisiones propias sin una instancia superior que las determine, como ser un niño indefenso, o peor un hombre sin libertad. 

Cómo criar hijos sin religión es pensar acompañar el crecimiento de los hijos transmitiéndoles la confianza necesaria para que puedan construir preguntas, de sus respuestas, de sus conclusiones, yendo más allá de cualquier marcha sostenida por una fe incuestionable, por una tradición que respetar. Una crianza laica también quiere decir sentirse capaz de hacer uso de la creatividad para inventar un modelo propio, una forma actualizada de acompañar a los hijos en su crecimiento, sin sentir que todo tiempo pasado fue mejor.   

Richard Dawkins propone que ningún niño sea identificado jamás como si fuera un niño católico o un niño musulmán (o un niño ateo), pues en sí mismos esta identificación prejuzga decisiones que aún no han sido apropiadamente consideradas. En una nota que le hizo The Guardian en junio de 2003 expresó: "Nos horrorizaría que nos hablen de un niño leninista, de un niño neoconservador o de un niño monetarista hayekiano. Entonces, ¿no es una especie de abuso infantil hablar de un niño católico o de un niño protestante?".

Christian Gadea Saguier

El desafío a decidir la propia vida

"El hombre es un fin en sí mismo y no un medio para los fines de otros". Este juicio forma parte de la novela de Ayn Rand: La rebelión de Atlas, la cautivadora historia de un hombre que prometió detener el motor del mundo… y lo hizo. Traigo esta reflexión para plantear el sentido de la propia vida, la de cada uno, ¿es de uno en el sentido de propiedad, o delegada, debida a otro?

Del criterio que se postule la respuesta seguro que dependerá la visión de la vida en torno a los temas más polémicos de la sociedad actual: aborto, homosexualidad, eutanasia y adopción; cuestiones que estuvimos conversando en el salón de Pasos Perdidos y donde quedé más que sorprendido, anonadado por el conservadurismo moral en algunos miembros de la logia, por fortuna los menos. 

Resulta que en Paraguay cada día los religiosos, que tienen más espacio en los medios de comunicación, buscan imponer su obtusa y totalizadora visión del mundo sobre los temas del párrafo anterior. Inclusive no se les mueve el hábito al denostar ciertas actitudes liberales y progresistas algunos políticos. Claro que este fenómeno no es exclusivo de mi país, pero, a diferencia de otras latitudes, la visión del mundo laicista está insuficientemente representada en la mayoría de los sectores, e incluso política y socialmente reprimida.

Como ciudadano me encuentro fastidiado de que las instituciones eclesiásticas pretendan decidir, en lugar del ciudadano, cómo debe ser su vida. Por qué, ¿quién puede disponer sobre la vida salvo quien la vive? Entre dos seres humanos, tú y yo, ¿qué aberración justifica que yo pueda decidir sobre tu vida? Y lo de menos es que ese yo que pretende decidir de forma totalitaria tu vida sea un individuo, sea el Estado o sea la Iglesia. Todas estas cuestiones se plantea Paolo Flores D`Arcais, filósofo, periodista y editor italiano, en una tribuna que publicó el sábado El Pais de España.

Desde la parroquia sostienen que el que dispone sobre mi vida, como de la vida de cualquiera, no es quien la vive sino Dios. "Dios no quiere; el dispone; el determina lo que es bueno", dicen. Pero la única afirmación que escuchamos, o que me diga alguien lo contrario, es que Dios no habla, sino que son siempre seres humanos los que hablan en su nombre; cosa que, aparte de todo, es una forma de delirio de omnipotencia.

En segundo lugar, la idea de Dios existe para unos pero no para otros, y todos somos ciudadanos, por lo que Dios, en una democracia, no puede convertirse en argumento, ya que ello discriminaría manifiestamente a los no creyentes, como es mi caso.

En tercer lugar, cada uno tiene la libertad de conciencia que permite el derecho a elegir su creencia, su propia idea de Dios, que impone distintos derechos y obligaciones: el dios judío otorga el derecho al divorcio, el dios cristiano ordena el matrimonio indisoluble, el dios islámico da derecho a tener cuatro esposas... Y, sobre asuntos como el aborto y la eutanasia, cada una de las iglesias tiene un punto de vista diferente.

Interpretadas de esta manera, la vida delegada, determinada por una verdad de fe no puede ser una verdad de razón para todos los ciudadanos, porque, de ser así, cada ateo y agnóstico sería un minus habens (el que menos tiene) desde el punto de vista psíquico. Esta premisa devela a los legisladores que a la hora de votar los temas planteados se ocultan en la sotana de sus creencias religiosas y sostienes, orgullosos: "Mi religión no permite el aborto".

Esta visión totalizadora debe ser contendida por el Estado como garantizador de las libertades de sus ciudadanos y solicitar a la Iglesia que renuncie a forzar a quien no es creyente a aceptar decisiones sobre su vida, o su muerte que van a contramarcha de sus convicciones. 

Lo irónico es que se hable de "un Dios que es amor" para obligar a los condenados a muerte por una enfermedad terminal a sufrir horas, días, semanas e incluso meses una tortura a la que su libertad desearía poner fin. Es un amor verdaderamente extraño éste que se atribuye a Dios.

Por otra parte,  el sentido de la vida como propiedad promovida desde el laicismo no pretende jamás obligar a nadie vivir sus principios filosóficos, pero sí a respetar las leyes constitucionales que aluden al desarrollo de la propia personalidad.  En las ciudades en los que, hasta ahora, ha logrado prevalecer, ese relativismo que es su característica -que es lo mismo que el carácter pluralista de una sociedad abierta- ha permitido que cada uno escoja su ética de vida, sin más limitación que el perjuicio a terceros y el cumplimiento de la ley. 

Pero en no pocas ocasiones el cumplimiento de la ley va contra la misma propiedad de la vida. Por ejemplo: en mi país el aborto está permitido sólo en casos específicos y aún es penalizado si una lo hiciera fuera de esas especificaciones. Tampoco la eutanasia está legislada, pero el Estado se declara defensor de la vida desde la misma concepción. 

La decisión no queda en cada uno, sino en las carpetas de los legisladores que deben promover el progreso de sus sociedades, entendiendose la idea de progreso como un mayor nivel de vida.

Christian Gadea Saguier

La alternativa del laicismo

Cuando me enteré que Adriana, una hermana del Derecho Humano, pasó cuatro años de su vida dentro del Opus Dei encontré en ella la personificación de la actitud laicista: la elaboración personal de una concepción de vida que se basa en la experiencia humana, con exclusión de toda referencia confesional, dogmática o sobrenatural, que implica la adhesión a los valores del libre examen, de emancipación respecto a toda forma de acontecimientos y a los imperativos de ciudadanía y justicia. 

En varias ocasiones, sea en el salón de los Pasos Perdidos o durante un ágape fraternal, conversábamos sobre la posibilidad de una experiencia espiritual ajena a la religión, lo que la hermana no comprendía cómo podría ser posible, puesto que antes de sumar había aprendido a rezar. Hoy ella constituye el paradigma del laicismo filosófico, tema del que esta semana nos vino a hablar Ariane Hassid, presidenta de Bruselas Laica. 

En la actualidad la hermana es una de las más críticas a la hora de abordar los temas filosóficos de la Masonería y su actitud es contagiada a los demás hermanos que como capullos en primavera se encuentran abriendo de sus convicciones dogmáticas. Justamente sobre este tipo de doctrina nos expuso Ariane en dos presentaciones realizadas en universidades de Paraguay. Los objetivos operacionales de Bruselas Laica, según manifestó, consisten en: promover el espíritu crítico y la libertad de pensamiento; favorecer la expresión de los recursos y capacidades individuales; apoyar y desarrollar iniciativas de emancipación de los individuos y de igualdad de oportunidades. 

Implementar estas medidas en nuestra región será la mejor manera de combatir la nueva contrarreforma Católica en particular y dogmática en general, ya que nosotros los ciudadanos latinoamericanos apegados a la tolerancia y al progreso social debemos sostener esfuerzos para disponer de estructuras estatales laicas que garanticen libertad y verdadera democracia. Este propósito es el desafío que nos dejó Ariane ante la actualidad que nos aporta pruebas sobre los efectos dañinos de quienes, al basarse en sus dogmas pretenden mantener a la ciudadanía ajena al espíritu crítico y semejante a la obediencia de una oveja. 

En particular, según su presidenta, Bruselas Laica define su acción como un trabajo didáctico y social de desarrollo del laicismo como alternativa humanista, social y cultural. En este sentido, aspira a ser herramienta de aprendizaje de la vida en sociedad y de sus exigencias; de la democracia participativa y de la cultura. Para su desarrollo cuenta con una financiación del estado belga, que reparte unos cien millones de Euros anuales al financiamiento de los seis cultos reconocidos y de las organizaciones filosóficas no confesionales. Esta subvención les permite un trabajo profesional que se suma al voluntario de sus miembros. 

Personalmente me encuentro organizando el Movimiento Laicista del Paraguay que pretende implementar estas ideas a modo de paliar el subdesarrollo mental de los ciudadanos producto del dogma y la ignorancia. Interesante sería conocer que trabajos se realizan en tu nación para así soñar con la creación de una federación humanista de Latinoamérica, porque no. 

Se entiende el desarrollo del laicismo en Bélgica al ser fruto de una lenta evolución histórica desde su independencia, en 1830, a su Constitución de 2002 donde se establece el principio de reconocimiento de las concepciones filosóficas no confesionales, de la misma manera que los cultos y del principio de subvención ya mencionado; sin embargo, su desafío, según Ariane, es lograr una referencia explícita al laicismo de Estado entendida en la voluntad de construir una sociedad progresista y fraternal, dotada de instituciones públicas imparciales, garante de la dignidad de la persona y de los derechos humanos, garantizando a cada uno la libertad de pensamiento y expresión, así como la igualdad ante la ley sin distinción de sexo, origen, cultura o convicción y considerando que las opciones confesionales o no confesionales sean relevantes exclusivamente en la esfera privada de las personas. 

A estas dos concepciones del laicismo, como principio jurídico y método filosófico, es indispensable sumar el modo de vida laicista: una experiencia que permite la convivencia de toda la ciudadanía. 

Adriana aún continúa en su proceso de emancipación y constantemente dialogamos en torno al desarrollo del espíritu humano por más que su sentido sea tan antiguo como el hombre mismo. Ariane volvió a Bruselas y al conocer nuestra realidad, renovó sus votos por la militancia laicista. Y tú, ¿dónde estás? Yo armando el Movimiento Laicista del Paraguay. 

Christian Gadea Saguier 

Apostasía y agonía de la fe

Cuando en mayo pasado decidí solicitar mi apostasía: "rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos", según el canon 751 del Código de Derecho Canónico vigente, realicé una profunda investigación sobre el tema en sitios que los promueven y en la misma página del Vaticano con el propósito de conocer las estipulaciones legales. 

No hallé en el citado código un procedimiento adecuado y específico para poder encauzar el pedido, por lo que dirigí una nota al Obispo diocesano donde fui bautizado, puesto que el canon 393 faculta al canónico en "todos los negocios jurídicos de la misma". Entendí la noción del "negocio" al entregar mi nota de apostasía a la secretaría donde, para mi sorpresa y la de quienes no acostumbramos a visitar las iglesias,  una fila sentada de gente, dinero en mano, esperaba realizar el pago para que durante la cerebración de la eucaristía recuerden a un ser querido. Correctamente, mi trámite también requirió del metálico: un dólar con cincuenta centavos. Se entiende; un trámite administrativo. 

Justamente este trámite, pero en España, llamó mi atención al leer en El País: "…el Tribunal Supremo exime a la Iglesia católica de borrar del Libro de Bautismos a los apóstatas, con el inefable argumento de que dichos registros no se pueden considerar ficheros porque no están ordenados alfabéticamente". ¿Y la libertad de conciencia? ¿Y la libertad de expresión? ¿Y la Constitución, que garantiza ambas? ¿Y el Estado de derecho? ¿Hemos de entender que, en su opinión, frente a todo esto prevalece el orden alfabético?

En  mi nota, dirigida a Monseñor Claudio Jiménez, argumenté: "Me asiste en este acto, una garantía constitucional establecida Artículo 135 referente a la Protección de Datos Personales (Habeas Data) en la cual se garantiza que "toda persona podrá acceder a la información y a los datos que sobre sí misma…obre en registros oficiales o privados de carácter público, así como conocer el uso que se haga de los mismos y de su finalidad…"". 

Con conocimiento de causa, comparto que el registro de bautizados, que mantiene la Iglesia Católica en virtud del canon 877.1 del Código de Derecho Canónico, por lo menos donde figuro hoy como apostata, está ordenado no sólo alfabéticamente sino acorde con año del bautismo. Además, se establece un espacio donde se registra la fecha de confirmación, de matrimonio o defunción; en esa misma celda, sin ánimos de prisión, solicité que se "rectifique tal inscripción bautismal e inscriba, en la forma y lugar adecuados, junto a la anotación bautismal original, la preceptiva anotación que certifique la apostasía que en este acto se reclama y exige en virtud de los derechos civiles y constitucionales de quien suscribe". 

Les hice notar que "en caso de no hacerse efectivo el derecho solicitado de rectificación o cancelación en el plazo de un mes a partir de la presentación de este documento, quien suscribe presentará la correspondiente denuncia ante un magistrado competente por infracción del artículo 135 de la Constitución Nacional, al verse afectado sus derechos a la libertad religiosa y la ideológica, declarado en el artículo 24 de la Carta Magna, así también la formación de su propia identidad, derecho garantizado con el artículo 25 de la ley suprema de la Nación".

La diócesis respondió respetuosa y favorablemente a mis pedidos, no sin el "dolor por el hecho de que un hijo de la Iglesia haya tomado una decisión de esta naturaleza". Al momento de la entrega del documento el sacerdote comentó que este pedido fue el primero en Paraguay. 

Esta situación no se da en España, ni en el resto de Europa, donde la fe cristiana agoniza, a tal punto que el Papa Benedicto XVI ya emitió la alarma de la pérdida de influencia del cristianismo en países que en otros tiempos fueron "ricas en fe y en vocaciones" por la "influencia nociva y destructiva de cierta cultura moderna", en la que muchos han decidido que "Dios ha muerto". El Pontífice ha advertido de que esa falta de Dios redunda en una sociedad "más confusa y dividida". El Papa realizó estas observaciones durante la homilía de la misa celebrada en la basílica de San Pablo Extramuros y con la que inauguró la XII Asamblea del Sínodo de Obispos.

Citando extractos del madrileño diario, también denunció que en la cultura moderna existe quien "ha decidido que Dios ha muerto y se declara Dios a sí mismo, considerándose el único artífice de su propio destino y el propietario absoluto del mundo". Al "desembarazarse de Dios" y convertirse el hombre en "propietario absoluto" de sí mismo y "único patrón de la creación", se expanden "el arbitrio del poder, los intereses egoístas, la injusticia y la explotación", así como "la violencia en todas sus expresiones". Ante esta situación, se ha preguntado si "cuando se elimina a Dios del horizonte propio, se puede ser ciertamente feliz" para responder después que "al final, el hombre se encuentra más sólo y la sociedad está más dividida y confusa".

Según el Instrumentum Laboris, documento de trabajo para el Sínodo presentado el pasado mes de junio, los obispos católicos están preocupados por el desconocimiento entre los fieles de la Biblia y advierten del peligro de las varias interpretaciones "fundamentalistas" o equivocadas del Antiguo y Nuevo Testamento. Por ello, uno de los principales objetivos de los obispos será decidir cómo se corrige ese desconocimiento entre los fieles y superar así "la indiferencia, la ignorancia y la confusión sobre las verdades de la fe acerca de la Palabra de Dios".

Tal vez desde la jerarquía no recuerden un mensaje de la persona a quien endiosaron: "...la verdad les hará libres.. y dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios." 

Christian Gadea Saguier

El cuento del laicismo positivo

La fórmula, forzada, dio resultado; la Iglesia con su agente Sarkosy logró introducir en la agenda mediática la nueva epístola por predicar: el valor de la laicidad positiva. Para comprender la maniobra es insoslayable una idea clara sobre todos los matices del concepto "laicismo": como principio jurídico, filosófico y modo de vivir.

Como principio jurídico el laicismo plasma la separación de la Iglesia y el Estado. Ese principio nos traslada al filosófico, tal como lo definió en 2007 Michel Quillardet, ex adalid del Gran Oriente de Francia: "Cada individuo tiene un bagaje, unas pertenencias, una identidad y unas creencias. En el día de hoy las identidades son más diversas si se quiere. Es la circulación de personas y la facilidad para que este flujo se mantenga lo que provoca que hablemos de una gran diversidad de pertenencias, de bagajes, de identidades y de creencias. Cada individuo viene de un sitio diferente. Y en cada lugar existen comunidades de todo tipo, étnicas, familiares...".

El principio filosófico quiere por tanto significar dos cosas: En el ejercicio de la democracia, de la ciudadanía; hay que desprenderse de las propias pertenencias, suspender las convicciones para construir algo común. Y en lo que toca específicamente a la religión, hay que considerar que las creencias forman parte de la identidad que cada uno tiene el derecho de construir, pero integran un dominio privado, íntimo de cada persona. El principio implica conocer que existen otras posiciones diferentes, construidas no solamente sobra la fe, sino sobre principios también respetables: el ateísmo, el agnosticismo, el materialismo. Aprender todo lo anterior nos lleva a un modo de vivir laico, una experiencia que permite la convivencia de toda la ciudadanía.

La proposición de "laicismo positivo" trata de persuadir y convencer para modificar lo que se entiende por laicismo. Así Sarkozy en San Juan de Letrán, el año pasado, expresó: "La República tiene interés en que exista una reflexión moral inspirada en convicciones religiosas. En primer lugar, porque la moral laica corre el riesgo de agotarse o de transformarse en fanatismo cuando no está respaldada por una esperanza que llene la aspiración al infinito. Y también porque una moral desprovista de lazos con la trascendencia está más expuesta a las contingencias históricas". Benedicto XVI levantó el guante y a su arribo a la capital del laicismo, en el Palacio del Elíseo, dijo: "Es fundamental insistir en la distinción entre el ámbito político y el religioso, para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos como la responsabilidad del Estado ante ellos. Y, al mismo tiempo, valorar más claramente el papel insustituible de la religión en la formación de las conciencias y su aportación al consenso ético de fondo en la sociedad". De ambos planteamientos se deduce la conveniencia a una laicidad positiva que "al mismo tiempo que vela por la libertad de pensar, de creer y de no creer -así lo dice Sarkozy-, no considere que las religiones son un peligro, sino más bien una ventaja".

Esta propuesta de "laicismo positivo" ambiciona que las religiones sean en adelante consideradas como una “ventaja” y que sea necesario buscar un diálogo con ellas, actitud que abriría una brecha inquietante en el pacto republicano y laico. La idea, expresada por el Presidente de Francia, impensable en otros tiempos, se argumenta ante el supuesto que el mundo laico, al cabo, no ha sido capaz de generar una moral social firme. Aquí Sarkosy se mete en la intimidad de todos y atenta contra el modo de vivir indicándonos cuáles deben ser nuestros valores; pero no sólo le interesa transformar nuestra visión íntima de la vida sino la política, lo público: políticamente se está comprobando si es posible hacer pasar a las asociaciones del estatuto "de culto" como está la Iglesia, que prohíbe toda subvención pública, al estatuto "cultural", que las permite y así volver a inyectar dinero público a sus arcas. Entre políticos se conocen, y la réplica más clara vino de François Hollande, ex primer secretario del Partido Socialista francés: "No hay laicismo positivo o negativo, abierto o cerrado, tolerante o intolerante. Hay laicismo, un principio republicano".

El cuento del "laicismo positivo", una quimera que pretende transformar la noción de laicismo, puesto que los dogmas de la Iglesia ya no convencen a nadie, pretende hacer mundial la realidad salteña, una provincia argentina, donde mis hermanos de la Gran Logia de Libre y Aceptados Masones promovieron una protesta ante los términos incluidos en el anteproyecto de Ley de Educación: concretamente en los incisos l) del Artículo 8° y ñ) del Artículo 28° que incorporan la enseñanza religiosa en las Escuelas Públicas, contrariando el espíritu de la Ley de Educación Nacional N° 26.206, particularmente en inciso f) del Artículo 11 "Asegurar condiciones de igualdad, respetando las diferencias entre las personas sin admitir discriminación de género ni de ningún otro tipo".

Que no me vengan con el cuento, ya estamos grandes. Trabajemos por un humanismo secular y dejemos los cuentos para los chicos.

Christian Gadea Saguier

Iglesia, Poder político y Laicidad

"El derecho a la libertad de conciencia no es un precepto religioso sino laico. Laicidad no equivale a irreligiosidad o ateísmo. Los cristianos debemos defenderla como garantía de la libertad de conciencia y de creencias". Estas ideas sustentan el mensaje oficial del 28º Congreso de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, clausurado la pasada semana en la sede central del sindicato Comisiones Obreras en Madrid.

El mensaje oficial del congreso de los teólogos españoles expresa que "la ética es laica, fruto de la razón humana y expresión de la conciencia individual y social". También afirma que "la laicidad tiene una relación vital con la secularización" y que "a la Iglesia [católica] no le compete indicar o definir el orden político de la sociedad".

"El Estado tiene todo el derecho a defender su autonomía y libertad a fin de no convertirse en rehén de la jerarquía religiosa. Sin embargo, laicidad no significa que el hecho religioso debe replegarse al ámbito privado, renunciando a toda presencia en la vida pública", añaden.

Estos son los discursos, pero los hechos hablan con un mensaje diferente. "Las religiones no han salvado nunca al mundo, han sido siempre motivo de división. La idea de un dios ha sido utilizado como excusa para los delitos más crueles y como instrumento de prevaricación sobre los más débiles", alega en una entrevista del madrileño diario El País Ermanno Olmi, uno de los grandes directores actuales del cine italiano, que se dio a conocer en 1978 con El árbol de los zuecos, fresco coral de la vida de los humildes en la Italia rural, con fuertes connotaciones religiosas, que le valió la Palma de Oro en Cannes. Asimismo segura que "la Iglesia ha permitido que Dios se utilizara como instrumento de poder. Son los famosos sacerdotes del templo...".

Debemos recordar que la Iglesia no se ha instalado en la modernidad hasta el Concilio Vaticano II, en el que por fin reconoce la libertad de conciencia con todas sus consecuencias. Empero, lo más significativo de este último medio siglo es que una buena parte de la jerarquía ha ido distanciándose de los postulados básicos del Concilio, como si renunciar a los privilegios provinientes del poder político implicase el resquebrajamiento de su estructura interna. Más que confiar en la ayuda del Espíritu Santo, la Iglesia prefiere asegurarse la del Estado, escribe Ignacio Sotelo,  catedrático excedente de Sociología, en una tribuna publicada en el citado periódico.

Sólo cuando la Iglesia acepta el pluralismo implícito en el reconocimiento de las libertades y derechos humanos fundamentales -Pío VI condenó como "apostasía nacional" la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (1789)- puede decirse que ha asumido la democracia, dispuesta a convivir en un mundo en el que muchos no comparten sus valores y "verdades". En todo caso, al igual que los demás ciudadanos e instituciones religiosas y civiles en una democracia, la Iglesia tiene garantizados libertades y derechos, sin que pueda sufrir persecución alguna, a no ser que, como a menudo ha ocurrido en el pasado, y sigue sucediendo hoy en Paraguay, llame "persecución" a ver cercenados privilegios heredados que no encajan en una democracia, necesariamente, recalco, pluralista y laica.

Habrá que recordar a la jerarquía eclesiástica y a sus fanáticos seguidores que el Estado de derecho, tal como lo construye la ciencia jurídica alemana del siglo XIX, y que se recompone en el XX en "Estado democrático de derecho" se basa en tres principios: 1.- Sólo el Estado es fuente de derecho; no hay otro derecho que el estatal; 2.- A la vez que obliga a todos, el Estado respeta el derecho que se ha dado a sí mismo, evitando toda arbitrariedad; 3.- Ha sido promulgado siguiendo un procedimiento en el que se haya expresado la voluntad de la mayoría.

Christian Gadea Saguier

La agonía del Dios padre

Luego de obtener mi certificado de apostasía en mayo del corriente, semanas atrás, volví a la Iglesia para acompañar a un hermano que realizó su ceremonia matrimonial bajo el ritual Católico. Con todo el respeto que se merecen estas doctrinas dogmáticas, me sorprendió el grado de apatía de los participantes. Una compañera del secundario, que hacía años no la veía, tomó asiento junto a mi. Pasaron los minutos y murmurando me dijo: “Que pesado este sacerdote que no termina la ceremonia” y como si lo hubiera escuchado, aquel profirió “Padre, hijo y espíritu santo…” y de esa forma terminó el calvario.

La anécdota viene a colación al enterarme que los argentinos en su mayoría no ven al dios cristiano como un Padre, y menos como una idea de amor, tanto solo como una especie de “Ser Supremo” trascendente de la naturaleza. Así lo afirma la primera encuesta sobre las creencias y actitudes religiosas en la Argentina, realizada por el Conicet y cuatro universidades de aquel país entre 2403 personas mayores de 18 años de todo el país. ¿Y cuándo recurren a él? Cuando sufren o necesitan ayuda, el 60%; cuando reflexionan sobre el sentido de la vida (12,8%), y en momentos de felicidad (10,2%). Sólo el 0,5% busca a Dios para agradecer y el 3,3% durante los días de festividades religiosas. A la pregunta ¿qué significa Dios para usted? -similar a la que Jesús hizo a sus discípulos: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy?"-, el 65% de los 2285 entrevistados que se declararon creyentes lo describen como un ser ajeno a su vida cotidiana ("un ser superior", el 37%, y "el creador del mundo", el 28%). Sólo el 21% reconoce al Dios en el que cree como un padre y, el 0,3%, como el amor.

Sin embargo, la encuesta, publicada en una nota en La Nación argentina, realizada en todo el territorio argentino, revela que el 91% de los argentinos cree en Dios. Ese porcentaje es mayor entre las personas sin estudios (95%), los mayores de 65 años (97%) y los habitantes de ciudades chicas (94%). Aun en niveles altos la creencia disminuye entre los que tienen título universitario (84%), los jóvenes entre 18 y 29 años (85%) y los residentes en grandes metrópolis (89%). La investigación fue fruto del trabajo conjunto del CEIL, del Conicet, y de las universidades nacionales de Buenos Aires, Rosario, Cuyo y la de Santiago del Estero. Financiada por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, se enmarca en un proyecto de investigación que se propone analizar las relaciones entre religión y estructura social en la Argentina del siglo XXI, según consigna el reportaje de Silvina Premat

¿Por qué la agonía del Dios padre? Resulta que los argumentos a favor de la existencia de Dios se están viniendo abajo, de esto se demuestra que las personas con mayor acceso a la educación son más escépticas que aquellas que tienen menos formación. Ya lo dijo Jesús, por lo seguro esto le hacen decir en la Biblia: “La verdad los hará libres”. La iglesia ante su falta de argumentos pontifica con la idea de un dios padre, pero qué pensarían ustedes de un padre que se oculta a sus hijos. Pensarían que este padre es un enfermo, un loco. La idea de Dios que se oculta es inconciliable con la idea de una Dios padre. Si Dios no se muestra es posible que no exista. Así lo considera uno de cada diez argentinos, según asegura la encuesta mencionada. De los nueve restantes, siete son católicos; uno, evangélico, y el último puede ser judío, islámico, espiritista o de otro credo. Pero hay que tener presente que negar su existencia, por más garantías establecidas, trae aparejada una gran dosis de discriminación social, por lo que son más lo que se guardan para sí la negación. Se me objetará que tampoco hay pruebas de que dios no exista. No me cuesta admitirlo, sin embargo el asunto es más embarazoso para las religiones. ¿Cómo podría probarse una inexistencia? Pero esto no es una razón para creer en su existencia, justamente el hecho de que nunca se haya podido probar su existencia es una fuerte razón para negarse a prestarle fe.

Estaré expectante. Habrá que ver cómo se las arreglan los clérigos argentinos en el momento del rezo, puesto que la idea del Padre está en agonía, a pesar de que la idea de Dios sigue vigente. De ilusiones también se vive afirma el adagio. Tal vez cuando vuelva a una ceremonia Católica el rezo haya cambiado ante la negación del padre.

Christian Gadea Saguier

Laicismo o el giro al oscurantismo

La religión, como en la Edad Media, vuelve a ganar escena pública, tan representativa que, en mi país el próximo administrador del Poder Ejecutivo será un obispo -Fernando Lugo-, a nivel mundial Benedicto XVI busca eliminar del espacio público al laicismo. Sus últimas declaraciones se dieron en la fiesta de acogida de las Jornadas Mundiales de la Juventud esta semana en Australia, donde expuso: "hoy muchos sostienen que a Dios se le debe dejar en el banquillo, y que la religión y la fe, aunque convenientes para los individuos, han de ser excluidas de la vida pública, o consideradas sólo para obtener limitados objetivos pragmático". El Pontífice remató este tema advirtiendo de que "si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios. Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la creación. Cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el bien, empieza a disiparse".

¿Cómo responder a esta embestida? Algunos líderes mundiales, entre los que se encuentran los reyes Juan Carlos de España y Abdalá bin Abdelaziz de Arabia Saudí inauguraron esta semana la Conferencia Internacional para el Diálogo Religioso en la que líderes y expertos musulmanes, judíos y cristianos, así como de otros muchos credos, buscarán vías para fomentar el diálogo y el entendimiento mutuo. En un reportaje de El País de España, leí que el secretario general de la Liga del Mundo Islámico, Abdalá Al Turki explicó en su intervención que el objetivo de esta cita es hablar y aunar esfuerzos para lograr que ese diálogo dé resultados concretos. De lo que se trata, dijo, es de "que esta Conferencia no sea como otras, estériles, que se traduzca en proyectos operativos, materiales y que sea objeto de seguimiento por parte de los organizadores".

Por mi parte considero que el camino hacia el laicismo es la mejor defensa para evitar el "desorden social" tal como amenaza Ratzinger. El laicismo entendido en todos sus matices, como principio jurídico, filosófico y modo de vivir.

Como principio jurídico el laicismo plasma la separación de la Iglesia y el Estado. Y el principio jurídico nos lleva a poco que nos esforcemos al principio filosófico, tal como lo definió en 2007 el actual adalid del Gran Oriente de Francia: "Cada individuo tiene un bagaje, unas pertenencias, una identidad y unas creencias. En el día de hoy las identidades son más diversas si se quiere. Es la circulación de personas y la facilidad para que este flujo se mantenga lo que provoca que hablemos de una gran diversidad de pertenencias, de bagajes, de identidades y de creencias. Cada individuo viene de un sitio diferente. Y en cada lugar existen comunidades de todo tipo, étnicas, familiares..."

Así el laicismo quiere decir que una sociedad no puede vivir en paz y armonía sin el respeto al otro como diferente a uno mismo. Si se quiere construir un futuro común partiendo de posiciones diversas sólo la idea de respeto a la diferencia puede permitir hacer efectiva esa construcción. El principio filosófico quiere por tanto significar dos cosas: En el ejercicio de la democracia, de la ciudadanía, hay que desprenderse de las propias pertenencias, suspender las convicciones para construir algo común. Y en lo que toca específicamente a la religión, hay que considerar que las creencias forman parte de la identidad que cada uno tiene el derecho de construir, pero integran un dominio privado, íntimo de cada persona. El laicismo implica además conocer, saber que existen otras posiciones diferentes, construidas no solamente sobra la fe, sino sobre principios también respetables: el ateísmo, el agnosticismo, el materialismo. Aprender todo lo anterior nos lleva a un modo de vivir laico, una experiencia que permite la convivencia de toda la ciudadanía.

A contrapaso del intento integrista católico por volver al oscurantismo medieval, tanto en mi país como con las actitudes del Vaticano, surge la alternativa del laicismo, rechazando de forma tajante este tipo de planteamientos, afirmando que no existe autoridad suprema, más que la que se construye con la palabra de todos, con el respeto a las diferentes posiciones, sin que haya nadie que diga cómo han de hacerse o ser las cosas.

Christian Gadea Saguier

La polémica sobre Dios

Una carta inédita que Albert Einstein remitió al filósofo Eric Gutkind en 1954, publicada hace semanas por The Guardian reavivó la llama sobre la identidad de Dios. Los siguientes son extractos de la misiva. "La palabra Dios, para mí, no es más que la expresión y el producto de las debilidades humanas, y la Biblia una colección de leyendas dignas pero primitivas que son bastante infantiles. Ninguna interpretación, por sutil que sea, puede cambiar eso (para mí). Tales interpretaciones sutiles son muy variadas en naturaleza, y no tienen prácticamente nada que ver con el texto original. Para mí, la religión judía, como todas las demás religiones, es una encarnación de las supersticiones más infantiles. Y el pueblo judío, al que me alegro de pertenecer y con cuya mentalidad tengo una profunda afinidad, no tiene ninguna cualidad diferente, para mí, a las de los demás pueblos. Según mi experiencia, no son mejores que otros grupos humanos, si bien están protegidos de los peores cánceres porque no poseen ningún poder. Aparte de eso, no puedo ver que tengan nada de escogidos. Me duele que usted reivindique una posición de privilegio y trate de defenderla con dos muros de orgullo, uno externo, como hombre, y otro interno, como judío. Como hombre reivindica, por así decir, estar exento de una causalidad que por lo demás acepta, y como judío, el privilegio del monoteísmo. Pero una causalidad limitada deja de ser causalidad, como nuestro maravilloso Spinoza reconoció de manera incisiva, seguramente antes que nadie. Y las interpretaciones animistas de las religiones de la naturaleza no están, en principio, anuladas por la monopolización. Con semejantes muros sólo podemos alcanzar a engañarnos (...) a nosotros mismos, pero nuestros esfuerzos morales no salen beneficiados. Al contrario (...)".

Este sábado, en sudamérica, la revista de cultura del diario Clarín publica una nota del ensayista John Gray donde analiza y cuestiona la moda editorial del ateísmo militante. Este trabajo, publicado hace una par de meses en The Guardian, se justifica con la llegada del libro Dios no es bueno de Christopher Hitchens, que sigue la tradición de Por qué no soy cristiano, de Bertrand Russell, presenta el argumento definitivo contra la religión. A través de una interpretación profunda y erudita de las principales ideas religiosas, Hitchens demuestra que la religión, producto del hombre, es peligrosamente represiva en la cuestión sexual y distorsiona la explicación de nuestro origen en el universo. El autor propone una vida laica, basada en la ciencia y la razón, en la que cielo e infierno ceden su lugar a la visión del universo del Telescopio Hubble. Un elogio a la posibilidad de una sociedad sin religión.

Antes, hacia la tercera semana de mayo, también El país de España, en una nota firmada por Mónica Salomone, cuestiona: "¿Dios creó al hombre o el hombre creó a Dios?" Esta nota, insoslayable para los que gustan del enigma divino gira en torno al avance que realiza la ciencia para intentar dilucidar la cuestión. No es ni mucho menos un tema de investigación nuevo, pero ahora hay más herramientas y datos para abordarlo, y desde perspectivas más variadas. A sociólogos, antropólogos o filósofos, que tradicionalmente han estudiado el fenómeno de la religión o la religiosidad, se unen ahora biólogos, paleoantropólogos, psicólogos y neurocientíficos. Incluso hay quienes usan un nuevo término: neuroteología, o neurociencia de la espiritualidad. Prueba del auge del área es que un grupo de la Universidad de Oxford acaba de recibir 2,5 millones de euros de una fundación privada para investigar durante tres años "cómo las estructuras de la mente humana determinan la expresión religiosa", explica uno de los directores del proyecto, el psicólogo evolucionista Justin Barrett, del Centro para la Antropología y la Mente de la Universidad de Oxford.

En fin, la polémica se reavivó, no es objeto de esta nota realizar un alegato o apología sobre Dios, pero sepa que si usted cree en Dios o, en general, en alguna forma de ente místico, la inmensa mayoría de la humanidad está en su mismo bando. Si por el contrario no es creyente como quien escribe, es usted, en términos estadísticos, un raro. Si la demostración de la existencia de Dios se basara en el número de fieles, la cosa estaría clara, pero la popularidad no es un atributo de la verdad, por lo tanto la polémica continúa.

¿Existe Dios?, ante la respuesta una definición previa ¿Qué es Dios? Nadie lo sabe: se considera inexplicable, inefable e incomprensible. A falta de una definición real, como decían los escolásticos, podemos ofrecer una definición nominal, definición de ningún modo original y que no tiene otra ambición que ponernos al menos de acuerdo en el objeto del debate. "Entiendo por Dios un ser eterno, espiritual y trascendente (a la vez exterior y superior a la naturaleza) que habría creado consciente y voluntariamente el universo. Se lo considera perfecto y bienaventurado, omnisciente y omnipotente. Es el Ser supremo, creador e increado (es causa de sí mismo), infinitamente bueno y justo, del que todo depende y que no depende de nada. Es el absoluto en acto y en persona". Esta enunciación la tomo de André Comte, quien expone todo un capítulo sobre el tema en su obra El alma del ateísmo.

Ante la pregunta, escojo al ateísmo como respuesta, pero luego de leer la obra de Daniel Dennet, (uno de los filósofos de la ciencia más destacados en el ámbito de las ciencias cognitivas, especialmente en el estudio de la inteligencia artificial y de la memética ) Romper el hechizo, me sumé al movimiento bright. Un bright es una persona con una visión naturalista del mundo, libre de elementos místicos o sobrenaturales, donde moral y ética se basan en una visión naturalista del mundo.

Pero independiente de mi respuesta o la suya, la polémica continúa. Esto es demasiado importante como para abandonarlo en manos de la discusión integrista; más bien dialoguemos.

Christian Gadea Saguier