Diciembre constituye un periodo de reflexión en la cultura occidental, determinado por el calendario gregoriano que coloca a este mes en el último del ciclo anual, para luego volver a iniciar el viaje circular con una nueva visión de la realidad hasta el próximo diciembre.
Pero el calendario gregoriano no es tan antiguo, proviene de 1582 promovido por el Papa Gregorio XIII para sustituir el calendario romano que se venía utilizando desde el año 46 de la era antigua; entonces ¿de dónde proviene la costumbre de este momento de reflexión?
Durante la antigüedad las sociedades regían su almanaque observando el tránsito de la tierra alrededor del Sol y las determinaciones surgían ante las variaciones que este sufría por la posición de aquella. Existían cuatro momentos determinantes, dos equinoccios y dos solsticios.
Los equinoccios ocurren dos veces por año, al momento del año en que los días tienen una duración igual a la de las noches en el ecuador. El solsticio es un término astronómico relacionado con la posición del Sol en el ecuador celeste. El nombre proviene del latín solstitium (sol sistere o sol quieto). A lo largo del año la posición del Sol vista desde la Tierra se mueve hacia el Norte y el Sur; son los dos puntos de la esfera celeste en la que el Sol alcanza su máxima declinación norte y su máxima declinación sur con respecto al ecuador celeste. La existencia de de este fenómeno está provocado por la inclinación axial del eje de la Tierra. En los solsticios la longitud del día y la altura del Sol al mediodía son máximas (en el solsticio de verano) y mínimas (en el solsticio de invierno) comparadas con cualquier otro día del año.
En el solsticio de diciembre, invierno en el hemisferio norte, se celebraba el regreso del Sol, en especial en las culturas romana y celta: a partir de esta fecha, los días empiezan a alargarse, y esto se asociaba a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba encendiendo fuegos. Posteriormente, durante el Concilio de Nicea en 325, la Iglesia Católica decidió situar en una fecha cercana, el 25 de diciembre, la natividad de Jesús, dándole el mismo carácter simbólico de renacer de la esperanza y la luz en el mundo, y tratando así de solapar al mismo tiempo la festividad pagana previa.
Por lo tanto, producto de la hegemonía cultural de la Iglesia Católica ganada con la hoguera y la espada, en las misas era común escuchar durante este periodo un mensaje de esperanza; pero esta tradición se extendió, fruto de la desmedida ambición, al campo político, también partidario, con la intervención de sacerdotes, obispos, diocesanos, arzobispos y monseñores en los quehaceres del Estado. ¿Deben las iglesias participar en política?
Para encontrar una respuesta coherente, ajena al feligrés dogmático que no se cuestiona este tipo de preguntas, es necesario comprender que la Iglesia Católica tiene un doble filo. La Santa Sede o Sede Apostólica es la expresión con que se alude a la posición del Papa en tanto que Cabeza Suprema de la Iglesia Católica, heredada supuestamente de Jesús según sus dogmas, bien frágiles por cierto que no resisten la mínima investigación; en oposición se encuentra la ciudad del Vaticano en tanto que Estado soberano, por intermedio de los Pactos de Letrán de 1929 logrados con el facismo, durante la era de Musollini. Aunque ambas realidades están íntimamente relacionadas, y es un hecho que el Vaticano existe como Estado al servicio de la Iglesia, de aquí surge el problema de la participación política del clero.
Durante esta semana en mi país los cristianos celebran la festividad de la Inmaculada Concepción, dogma que se instauró tardíamente en la tradición cristiana, proclamada el 8 de diciembre de 1854 por Pío XI diecinueve siglos después del parto prodigioso, la honra de María era definitivamente puesta a salvo de dudas y murmuraciones afirmando que su pureza no era ninguna suposición teológica sino una revelación de Dios. La religión Católica, como el vino, fue aumentando su grado de divinidad gracias al paso del tiempo. Este es otro dogma que no se sostiene luego de una atenta lectura a la biblia, o analizada en Las mentiras fundamentales de la Iglesia Católica, una obra de Pepe Rodríguez.
Esta festividad toma cuerpo con el culto a una virgen llamada de Caacupé, por constituir ese el lugar de su misteriosa aparición, gran sofisma también este. Durante esta época Paraguay se paraliza para rendir homenaje a esa virgen, al punto que el 8 de diciembre es feriado nacional, disposición que atenta contra la separación de la Iglesia y el Estado estipulada en la Constitución Nacional.
Favorecidos por la ingenuidad de nuestra gente, el clero aprovecha la ocasión para presentar sus opiniones políticas a la población. Leamos un ejemplo: "Tenemos que cambiar el Poder Judicial para que termine la injusticia, la miseria, la inseguridad”, enfatizó monseñor Mario Medina, al señalar que la sociedad "está resquebrajada" a causa de esos males. "No es posible y es escandaloso que esta portentosa obra de progreso y de generación de riqueza no ayude sino sirva para el empobrecimiento", expresó el prelado al referirse a la hidroeléctrica de Itaipú desde el altar de la Basílica de Caacupé. "Tenemos que hacer una causa nacional" de Itaipú "con nuestras oraciones, con nuestro pensamiento, con nuestra mente positiva", agregó.
¿Qué de espiritual tienen estos mensajes? ¿Dónde ha quedado el espacio de reflexión y diálogo con el alma para recomponer el espíritu y preparar el cuerpo para la vida eterna? ¿Se olvidaron de la Virgen o la utilizan para sus componendas políticas? ¿Sus comportamientos hablan más del Jesús revolucionario que el Mesías hijo de Dios? ¿Con la avanzada de la Teoría de la Liberación, han olvidado que trabajan para cultivar el alma y purificar el espíritu? ¿Qué les importa lo que ocurre en la realidad nacional si su reinado no es de este mundo?
La Iglesia Católica en Paraguay, como un virus, no respeta la soberanía de las leyes, y nostálgica de tiempos medievales presenta su proselitismo político disfrazado en la sotana de sus clérigos que desde el púlpito se creen jueces de la República, cuando son simples mensajeros de una doctrina inventada tras la caída del imperio romano.
Christian Gadea Saguier
Christian, he seguido los artículos de su blog, muy interesantes y aplicables al desarrollo del laicismo que propendemos en la Fundación Instituto Laico de Estudios Contemporáneos, en Bucaramanga, Colombia. Puede visitar nuestro blog: www.filecoriente.blogspot.com
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