La fórmula, forzada, dio resultado; la Iglesia con su agente Sarkosy logró introducir en la agenda mediática la nueva epístola por predicar: el valor de la laicidad positiva. Para comprender la maniobra es insoslayable una idea clara sobre todos los matices del concepto "laicismo": como principio jurídico, filosófico y modo de vivir.
Como principio jurídico el laicismo plasma la separación de la Iglesia y el Estado. Ese principio nos traslada al filosófico, tal como lo definió en 2007 Michel Quillardet, ex adalid del Gran Oriente de Francia: "Cada individuo tiene un bagaje, unas pertenencias, una identidad y unas creencias. En el día de hoy las identidades son más diversas si se quiere. Es la circulación de personas y la facilidad para que este flujo se mantenga lo que provoca que hablemos de una gran diversidad de pertenencias, de bagajes, de identidades y de creencias. Cada individuo viene de un sitio diferente. Y en cada lugar existen comunidades de todo tipo, étnicas, familiares...".
El principio filosófico quiere por tanto significar dos cosas: En el ejercicio de la democracia, de la ciudadanía; hay que desprenderse de las propias pertenencias, suspender las convicciones para construir algo común. Y en lo que toca específicamente a la religión, hay que considerar que las creencias forman parte de la identidad que cada uno tiene el derecho de construir, pero integran un dominio privado, íntimo de cada persona. El principio implica conocer que existen otras posiciones diferentes, construidas no solamente sobra la fe, sino sobre principios también respetables: el ateísmo, el agnosticismo, el materialismo. Aprender todo lo anterior nos lleva a un modo de vivir laico, una experiencia que permite la convivencia de toda la ciudadanía.
La proposición de "laicismo positivo" trata de persuadir y convencer para modificar lo que se entiende por laicismo. Así Sarkozy en San Juan de Letrán, el año pasado, expresó: "La República tiene interés en que exista una reflexión moral inspirada en convicciones religiosas. En primer lugar, porque la moral laica corre el riesgo de agotarse o de transformarse en fanatismo cuando no está respaldada por una esperanza que llene la aspiración al infinito. Y también porque una moral desprovista de lazos con la trascendencia está más expuesta a las contingencias históricas". Benedicto XVI levantó el guante y a su arribo a la capital del laicismo, en el Palacio del Elíseo, dijo: "Es fundamental insistir en la distinción entre el ámbito político y el religioso, para tutelar tanto la libertad religiosa de los ciudadanos como la responsabilidad del Estado ante ellos. Y, al mismo tiempo, valorar más claramente el papel insustituible de la religión en la formación de las conciencias y su aportación al consenso ético de fondo en la sociedad". De ambos planteamientos se deduce la conveniencia a una laicidad positiva que "al mismo tiempo que vela por la libertad de pensar, de creer y de no creer -así lo dice Sarkozy-, no considere que las religiones son un peligro, sino más bien una ventaja".
Esta propuesta de "laicismo positivo" ambiciona que las religiones sean en adelante consideradas como una “ventaja” y que sea necesario buscar un diálogo con ellas, actitud que abriría una brecha inquietante en el pacto republicano y laico. La idea, expresada por el Presidente de Francia, impensable en otros tiempos, se argumenta ante el supuesto que el mundo laico, al cabo, no ha sido capaz de generar una moral social firme. Aquí Sarkosy se mete en la intimidad de todos y atenta contra el modo de vivir indicándonos cuáles deben ser nuestros valores; pero no sólo le interesa transformar nuestra visión íntima de la vida sino la política, lo público: políticamente se está comprobando si es posible hacer pasar a las asociaciones del estatuto "de culto" como está la Iglesia, que prohíbe toda subvención pública, al estatuto "cultural", que las permite y así volver a inyectar dinero público a sus arcas. Entre políticos se conocen, y la réplica más clara vino de François Hollande, ex primer secretario del Partido Socialista francés: "No hay laicismo positivo o negativo, abierto o cerrado, tolerante o intolerante. Hay laicismo, un principio republicano".
El cuento del "laicismo positivo", una quimera que pretende transformar la noción de laicismo, puesto que los dogmas de la Iglesia ya no convencen a nadie, pretende hacer mundial la realidad salteña, una provincia argentina, donde mis hermanos de la Gran Logia de Libre y Aceptados Masones promovieron una protesta ante los términos incluidos en el anteproyecto de Ley de Educación: concretamente en los incisos l) del Artículo 8° y ñ) del Artículo 28° que incorporan la enseñanza religiosa en las Escuelas Públicas, contrariando el espíritu de la Ley de Educación Nacional N° 26.206, particularmente en inciso f) del Artículo 11 "Asegurar condiciones de igualdad, respetando las diferencias entre las personas sin admitir discriminación de género ni de ningún otro tipo".
Que no me vengan con el cuento, ya estamos grandes. Trabajemos por un humanismo secular y dejemos los cuentos para los chicos.
Christian Gadea Saguier
Entonces donde queda la finalidad misma del laicismo??
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