Reseña de "Los hijos de la Luz"

El diario ABC Color publicó la semana pasada, en su suplemento Cultural, una reseña de mi libro Los Hijos de la Luz. La nota periodística está firmada por Delfina Acosta, una de las pocas peridiostas paraguayas que trabaja en ésta área de las reseñas de libros. A continuación la nota completa.

Por mi parte, les facilito el primer capítulo del libro y si desean comprarlo, haga clic aqui. Que disfruten.

Dijo quien sabía, o sea, Sócrates, “Sólo sé que no sé nada”. Sin embargo, esta frase no puede tener más que un momento de cabida en el pensamiento del hombre (animal de costumbre, según algunos, y animal político, según otros), pues las ideas buscan la verdad, o el reconocimiento, por lo menos, de la existencia de un conflicto en el mundo y su posterior solución. Leyendo el libro (muy bueno, ciertamente) de Christian Gadea Saguier, Los hijos de la luz, el lector se halla ante un autor y una obra que van tras la interpretación de la “Iluminación” en los masones.Para Gadea Saguier, la divinidad y la resurrección de Jesús son pura fábula. Por un principio de inteligencia, duda mucho de la confiabilidad de la Biblia.

Partiendo del principio de que Cristo es algo así como un opio de la sociedad, y despojado, por ende, de todo prejuicio religioso, el autor de Los hijos de la luz entra en el terreno de la masonería medieval, la masonería moderna, los herméticos, los caballeros templarios y otras órdenes.

¿Quiénes son los hijos de la luz? Pues hay que leer el libro, señoras y señores, para introducirse en el enorme, vasto mundo de los conocimientos y las doctrinas expuestas en el texto, y acercarse a la verdad sobre los hijos de la luz. Citas y referencias de sitios de Internet, que Gadea Saguier nos propone en las muchas páginas del libro de marras, son de valiosa ayuda para una mejor comprensión del estudio crítico.

LA HORRIBLE PERSECUCIÓN
Con un hábil estilo narrativo, Christian nos cuenta que la Iglesia católica cometió atrocidades. No solamente los masones cayeron en la garras y en las persecuciones de los católicos, sino además los caballeros templarios, que inicialmente fueron llamados los pobres caballeros de Cristo. La orden de los caballeros fue fundada oficialmente en 1118; tenían los caballeros la misión de prestar defensa de los llamados Santos Lugares, que fueron después retornados a los sarracenos, hasta que en 1291, cayó el último bastión cristiano. Buscando una reconquista de los lugares santos, libres del pago de impuestos y debiendo sólo obediencia al Papa, los caballeros templarios, por esas cosas del fanatismo, la envidia y la incompatibilidad de pensamientos, fueron encarcelados y destinados a morir en la hoguera. Llama la atención la fuerza de voluntad y el estoicismo con que estos caballeros defendían sus ideas, o, si quiere, sus misterios, pues en esto de pensar, todo es muy misterioso, finalmente.

EL MAESTRO
He aquí un hecho espeluznante: Un gran maestro, Jacobo de Molay, fue tostado lentamente en la Ile de la Cité, a la sombra de la Catedral de Notre Dame de París.

¿Qué significa Maestro? Maestro le llamaban los apóstoles a Jesús. Maestro es la persona que es práctica en una materia y la maneja con desenvoltura, según el diccionario. Llegar a ser maestro, en la orden de los masones, implica, poco más o menos lo siguiente: saber observar las virtudes que condecoran al ser humano sobre la faz de la Tierra y hacerlas observar.

Jesús era el encargado de cuidar de sus apóstoles y los reprendía cuando los hallaba en falta. La masonería “procura inculcar en sus adeptos el amor a la verdad, el estudio de la moral universal, de las ciencias y de las artes. Tiende a extinguir los odios de raza, los antagonismos de nacionalidad, de opiniones, de creencias e intereses, uniendo a todos los hombres en bien de la humanidad. Impulsa a sus miembros a transformarse en elementos útiles para la sociedad”. Dicho en palabras más simples, la masonería busca, según mi versión, estar al servicio del bien propio y del bien social. Guardar estos conocimientos en tiempos pasados llevó a los masones a vivir en una suerte de clandestinidad.

Hiram, maestro de maestros, fue el masón enviado por el rey de Tiro para dirigir los trabajos del futuro Templo de Jerusalén. Hiram, según el estudio de Christian Gadea Saguier, estuvo muy ligado a la construcción del Templo; fue no sólo el artífice de una obra material, sino además el jefe, caudillo, líder o maestro de la genealogía iluminada de los masones. Murió asesinado Hiram. Así como Jesús fue crucificado. Esto nos habla de que llevar adelante una idea que cause pasiones en los hombres, o más abiertamente, en la humanidad, es motivo de apaleamientos, cepos, crucifixiones, puñaladas, destierros, traiciones, conspiraciones y fama.

Hermes, creador de la doctrina hermética, ha dejado otro legado: “Como arriba es abajo”. O sea: Lo que hay en la tierra tiene una correspondencia celestial.

Jesús, más inteligente que todos y, por eso, adorado en el mundo occidental y también oriental como Hijo de Dios, construyó la idea de la fe al trasladar la verdad en su persona.
“Yo soy el camino, la verdad y la vida...”, dijo, y con esas palabras cargó sobre sus espaldas el universo.

En fin, este libro nos lleva a pensar, como dijo Hamlet, por inspiración de Shakespeare, en estas rotundas frases: “Hay más cosas en el cielo y la tierra de las que tu filosofía cree”.

El libro nos invita a reflexionar, también, sobre la masonería instalada en el siglo que vivimos. ¿Cómo está la masonería en España? Se dice que la Segunda República que derribó al General Franco, fue nada más y nada menos que la fuerza masónica. ¿Tiene, entonces, mucho poder político? Según mi manera de interpretar las ideas y los hechos, sí. ¿Posee la masonería, esa élite cada vez más abierta a cualquier clase de hombres y mujeres, poderes relacionados con riquezas mal habidas? Pues sí.

El autor del libro escribe, ya al final casi del libro, sobre la masonería en el Paraguay. Interesante, es, ciertamente, su versión.

BREVE RESEÑA DEL AUTOR
Christian Gadea Saguier inició sus trabajos e investigaciones en la Masonería en 1996. En mayo de 2005 publicó “El misterio de los Masones”.

Mantiene el blog Los Arquitectos (losarquitectos.blogspot.com) sobre librepensamiento, laicismo, humanismo y diversos aspectos del pensamiento masónico. El sitio recibe más de 10.000 visitas mensuales y se ha constituido en un espacio destacado de Internet. Escribe para revistas masónicas en América Latina y Europa. Es editor y director de la Editorial de la Luz.

Delfina Acosta

Presentación de mi libro "Los Hijos de la Luz"













El pasado miércoles 7 de noviembre, en el auditorio de la Manzana de la Rivera, se presento mi última obra Los Hijos de la Luz. Victorio Suarez, ex presidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay, tuvo a su cargo la presentación del volumen, editado por Editorial de la Luz. A cotinuación las palabras sobre el libro de parte de uno de los intelectuales más importantes del Paraguay.

Uno de los aspectos de menor información en el campo de la investigación histórica en Paraguay se refiere indudablemente a la MASONERÍA y tal vez otras sociedades secretas. De todos modos, hay que decir que si bien se dieron algunos efluvios de trabajos publicados los resultados fueron más bien controvertidos pues nunca faltaron apologistas y detractores en cada rincón. Sin embargo, ya en un anterior trabajo Christian Gadea Saguier ha dado muestras de sobrado valor al detallar importantes aspectos referentes a la institución masónica. En ese sentido, supo expresar su valiosa experiencia personal y conocimiento en la materia.

No ha pasado mucho tiempo para que hoy, nuevamente, Christian Gadea vuelva de manera refulgente con una nueva producción cuyo título lleva LOS HIJOS DE LA LUZ, la identidad de los maestros masones y la lucha del librepensamiento contra el dogmatismo. Sin lugar a dudas el dilatado trabajo sorprenderá a propios y extraños, pues escudriñando de manera sigilosa y depurada transita laberintos y se sumerge en las aguas profundas de la historia para exhibir desde diversos ángulos de calidez semántica un análisis minucioso utilizando interesantes herramientas interpretativas que parten desde la Biblia misma o desde la genealogía del maestro Hirán, con atrapantes secuencias de los antecedentes históricos de la leyenda, acaparada por los refucilos de las antiguas escrituras. En trece capítulos de LOS HIJOS DE LA LUZ, uno puede encontrar los contornos y también los más insospechados ingredientes que forjaron el perfil de una organización antigua que consolidada a través del tiempo el pensamiento y la acción de los grandes maestros, sigue reproduciendo de manera “justa y perfecta” una concepción filosófica y una influencia tan positiva en la amalgama espiritual de la humanidad, sin descuidar ese preponderante papel protagónico en el arte de construir materialmente el universo.

Muchas veces nuestros historiadores se niegan al sometimiento del rigorismo exigido por la investigación histórica hecho que nos priva conocer todo lo que encierran verdaderamente los temas abordados. Sin embargo en LOS HIJOS DE LA LUZ, más que nunca hay abundancia de datos, fuentes, pensamientos, estudios asimilados y, por sobre todo, un manejo bibliográfico verdaderamente gratificante que permanentemente ocupa el escenario para guiar el pulso de nuestro interés hacia otros cauces que ya señalaran importantes tratadistas. Cada capítulo del libro de Christian Gadea encierra una unidad temática que da paso de manera secuencial a los otros eslabones que permanentemente buscan debelar la identidad de los masones y la persistente preocupación de éstos de imponer y ejercer el librepensamiento para la construcción de una sociedad planetaria que se sienta beneficiada por la inteligencia y el entendimiento humano. En ese contexto en la contratapa del libro queda clara la siguiente explicación: “Trata sobre las poderosas sociedades guardianas del misterio de la luz y desmiente las versiones que confunden las ideas liberales, el afán de progreso, el culto al trabajo y la búsqueda del conocimiento, con el culto diabólico del espíritu”.

Sin lugar a dudas, el autor de LOS HIJOS DE LA LUZ, nos ofrece con un lenguaje accesible y preciso, de excelente escritura por cierto, el fruto de una larga investigación que deja en claro la posición concreta de respaldar el ejercicio de las ideas contra el dogmatismo oscurantista para que la civilización sienta en su epidermis el calor de la verdadera luz que se merece. Leer este nuevo libro de Christian es entrar en el resumen, el detalle, la existencia que ha pasado y la resurrección de numerosos hechos y personajes que incansablemente sostuvieron sus premisas en las brumas de las creencias populares, en los mundos ocultos o en la sobrehumana dimensión de héroes y deidades que transmutaron el tiempo. Y no solo es cuestión de rituales o alegorías pasadas en un universo en brumas sino también la búsqueda de la verdad bajo el amparo luminoso de aquel tres veces grande Hermes Trimegisto o el legado templario o la transmisión de la tradición oculta tan magníficamente abordado por nuestro investigador. Tal vez por eso es posible afirmar que con esta obra el autor contribuye acertadamente al esclarecimiento de la acción de la masonería sosteniendo en todo momento los antecedentes concretos de la orden.A pesar de las dificultades que se presentan en esta clase de investigación, donde generalmente las sociedades secretas y la institución masónica, actúan por razones obvias sin dejar rastros escritos, estimo que la mayoría de las existentes y que fueron recogidas por numerosos escritores e investigadores, aparecen en LOS HIJOS DE LA LUZ, hecho que nos lleva a calificar el satisfactoriamente trabajo.

Se habló y se habla mucho de la masonería. Mientras algunos invocan que se trata de una liga de hombres de bien que ejercen la filantropía, otros califican a los masones de tenebrosos conspiradores que no respetan siquiera a Dios el redentor de todo ni a la patria, engendro de judíos y cabalistas. Indudablemente, las conjeturas varían de acuerdo a los defensores y detractores. De lo que no se puede dudar es que la masonería constituyó un instrumento de importancia para la humanidad, especialmente en momentos de despegue hacia el progreso político, social e intelectual. Y así lo hizo como centro de expansión liberal de los grandes pensadores ingleses, tal como planteaba Francis Bacon en su Nueva Atlántida. Pensamiento que también influiría en Francia a través de Montesquieu y Voltaire. Los líderes de la independencia hispanoamericana bebieron también de esas aguas ya sea traída desde Inglaterra o por medio de pensadores franceses y españoles, esto constituye una de las mayores contribuciones de la masonería en la liberación de nuestros países. Aunque, como se sabe, luego del anatema papal de 1735 y las disposiciones del rey de España en 1751 contra la masonería hicieron casi imposible el ingreso de la masonería en América.

Son capítulos verdaderamente esclarecedores los que se refieren al Legado Templario y Las hijas de la luz. Por un lado se detalla el proceso de la orden de los templarios de corte militar y cristiano (fundada en 1118), que si bien fue reconocida oficialmente en 1128 por la Iglesia de Roma, no escapó a la hoguera de ésta. Aspectos resaltantes del nacimiento, auge y persecución de los caballeros templarios nos trae LOS HIJOS DE LA LUZ. En cuanto a las Hijas de la luz, es interesante analizar lo que Christian expone con notable claridad: las líneas de las logias masónicas de Inglaterra y Francia, una más cerrada, la otra más aperturista en cuanto a la participación de la mujer en la orden. Lo atrapante de cada paso que uno va dando con la lectura del libro es la fundamentación histórica de los hechos, cómo aparecen, qué connotaciones guardan y adónde apuntan indefectiblemente. Los elementos explicativos, se detallan y no flotan de manera solitaria en la imaginación, van apareadas con los hechos ocurridos, bajo la luz, generalmente, de los filósofos que iluminaron con sus faros la estructura del pensamiento humano. Nada queda realmente al azar, y desde la Biblia, Hirán, los constructores, las evocativas leyendas, el fluyo informativo, atesorado por una escritura luminosa y precisa, el autor concluye con un análisis y reflexión sobre lo que vivimos y somos hoy. Hecho que demuestra que las cosas del mundo, las creencias, las prácticas y el fervor de construir permanentemente no se disocian del espíritu de la humanidad.

Sin ninguna duda, puedo decir que Christian Gadea como escritor, investigador, librepensador, liberal y masón nos lleva a creer que él se animó a decir, ya lo dijo, sigue diciendo y, por supuesto, seguirá sin callar, metiendo en dedo en la llaga, corriendo los telones o simplemente abriendo las ventanas para que pueda pasar el sol a fin de iluminar la existencia misma en un mundo más complicado cada día y que busca respuestas. LOS HIJOS DE LA LUZ reconforta por su esencia y su alada estructura para explicar el mandil, la piedra bruta, la escuadra, el compás y la piedra pulida que tanto merecemos ALGDGADU.

MUCHAS GRACIAS.

Victorio v. suárez

¿Quién es el Gran Arquitecto del Universo?

La idea de Dios como un geometra está determina en todas las culturas. En el arte religioso cristiano de la Edad Media se representa con frecuencia la figura del Dios-Creador como geómetra, con un compás en la mano derecha con el que traza o mide el mundo.

Esta expresión era conocida ya en el antiguo Oriente Próximo y se encuentra también, con una forma algo modificada, en una carta de Clemente de Roma a los corintios: “Que el artesano del universo”, escribe, “mantenga en la tierra el número contado de sus elegidos. El nos llevó de las tinieblas a la Luz, de la ignorancia al Conocimiento”. En un himno que data de comienzos del siglo V, la iglesia de Epifanio de Salamina es calificada de “paraíso del Gran Arquitecto”.

Por dos veces por lo menos, el cristianismo presenta a Dios como el constructor por excelencia. Recordemos la visión del profeta Amos: “he aquí que el Señor estaba de pie en un muro, hecho con el nivel y, en su mano, había un nivel. Y el Eterno me dijo: ¿qué estás viendo Amos? Y yo le dije: veo un nivel. Y el Señor dijo: Pondré el nivel en medio de mi pueblo de Israel; no seguiré perdonándolo”.

La historia de Job nos proporciona un segundo pasaje bíblico donde el Dios cristiano afirma que construyó el universo con sus manos; habla con Job y, en una serie de preguntas teñidas de ironía, le muestra la distancia que existe entre Dios y el hombre.

En otra cultura religiosa monoteísta, el arte musulmán español lleva a un punto culminante el arte geométrico. El Corán prohíbe cualquier representación icónica de Alá e identifica la divinidad con "el uno". Si se observa cualquier diseño geométrico, principalmente en los mosaicos, vemos que la combinación de las simetrías y la composición de movimientos, produce el efecto visual de que ningún motivo es singular ni más importante que los demás. Si Dios no puede ser representado como persona, sí a través de la abstracción geométrica se puede traducir la armonía de la experiencia mística. Desde ese punto de vista, Dios no aparece como geómetra, sino más bien como Geometría pura.

El poeta y dibujante británico William Blake (1757-1827), que también representó a Newton desnudo, pertrechado sólo con un compás frente a la Geometría, dibujó El anciano de los días para acompañar su poema Europa, una profecía (1794). Recupera la imagen del Dios con el compás, o también del Gran Arquitecto, siguiendo la terminología de la Masonería, muy en auge en su época.

El Gran Arquitecto del Universo, expresado habitualmente con el acrónimo GADU, es un símbolo tradicional en la masonería, cuyo contenido, interpretación y relevancia varían según la corriente masónica de que se trate.

Para determinadas corrientes, el GADU representa al Ser Supremo cuya creencia e invocación en la práctica del rito son imprescindibles. Para otras corrientes de la masonería, establecer la condición de la creencia en un Ser Supremo supondría limitar la libertad de conciencia de sus miembros, por lo que no les exigen profesar ningún tipo de creencia.

Los masones, como individuos, somos en todo caso libres de darle el contenido que mejor se ajuste a nuestras creencias. Como todos los símbolos, proporciona un marco, pero su interpretación concreta corresponde a cada cual.

Muchos hermanos consideran el símbolo GADU como Principio Creador, dinámico por excelencia, organizador del Universo, la ley que rige la materia, donde los hombres no pueden percibir nada más que las manifestaciones sensibles; en este caso, el Universo visible, donde él es el Principio conductor y conservador, es la Divinidad en estado de manifestación.Otros lo entienden como el organizador, el ordenador, el geómetra, la fuerza ordenatriz que lucha contra el caos y lo sustituye por la armonía, es decir, como un principio generador de orden.El símbolo del GADU no está unido a ninguna creencia, expresa, por consiguiente, la fe del masón en la total libertad de conciencia. Se sitúa de una forma natural en el cuadro de la iniciación sobre un plano ideal trascendiendo al caos, exaltando los valores espirituales más altos, dando el gusto por lo sagrado y conduciendo el viaje hacia lo invisible

Hay por último masones que, prescindiendo de cualquier enfoque trascendente, identifican al GADU con la sublimación del ideal masónico o que lo interpretan desde una perspectiva panteísta o naturalista.

Para la masonería teísta y deísta, el GADU representa al Ser Supremo, un principio masónico que en esta corriente se considera esencial, por lo que la creencia en él y su invocación en la práctica del rito es imprescindible. En efecto, para algunos, el GADU, y más concretamente su interpretación del mismo, sería la esencia misma que daría sentido (y regularidad) al trabajo y la existencia de la masonería.

Para la masonería liberal o adogmática, exigir el principio de creencia en un Ser Supremo supone establecer un límite a libertad de conciencia de sus miembros que se contradice con los principios masónicos, por lo que ni la creencia en el GADU ni su invocación debe establecerse como norma.

El marco de interpretación empieza a estrecharse desde el momento en que dicha figura, más que un símbolo de explicación, comienza a tornarse en una figura de adoración: "adora al Gran Arquitecto del Universo" o glorificación "A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo". Muchos francmasones consideran que el GADU es a igual a Dios, el creador que determina a su voluntad los planos de la existencia.

Desde posiciones teístas, comienza a atribuirse a este Gran Arquitecto, potencias propias del dios de las religiones monoteístas, así se expresa en algunos ritos "si es así que el Gran Arquitecto te lo premie y si no que te lo demande", cuya verdad nos ha sido revelada mediante el Libro de la Ley "Sagrada". Bajo esta concepción, el GADU no es otra cosa que Dios mismo, el verdadero y único Dios que habló a Noe, cualquiera que sea el nombre que le dan las distintas confesiones, Jesús, Jehová o Alá. Se trata aquí de una tolerancia ecuménica, pero siempre dentro del marco del teísmo.

La frase “Dios utiliza siempre procedimientos geométricos”, se atribuye a Platón. Los griegos pensaban que este conocimiento seguro lo proporcionaban las matemáticas, porque según ellos, las relaciones matemáticas jamás cambiaban. Incluso para poder aprender de filosofía había que saber antes matemáticas, esto se deduce del cartel fijado en la entrada del centro intelectual de esa época, la prestigiosa Academia de Platón, el cual decía “Nadie ingrese aquí si ignora la geometría”.

Es precisamente a partir de esta rama de la matemática, cuando Euclides formula los principios de su geometría en el libro Los Elementos, que se comienza a pensar que se había encontrado la verdad absoluta de la creación, las leyes que Dios había inventado para que gobernaran la naturaleza. Transformándose este descubrimiento en una de las piedras angulares del pensamiento humano desde los primeros griegos hasta el siglo XIX.

La geometría original de Euclides tuvo sutiles influencias sobre otras áreas del pensamiento humano. Sirvió de base a toda la composición arquitectónica y artística, a toda la navegación y la astronomía. En el campo de la ciencia subyace en los pilares de la obra de Newton sobre el movimiento y la gravitación. Sus famosos Principia, que aparecieron hace trescientos años, se presentan a un observador cualquiera como un gran tratado de geometría, ya que Newton era un maestro en la aplicación de la geometría a la descripción de la naturaleza. Tal maestría era el sello de un matemático del siglo XVII y XVIII. Había modelos newtonianos de gobierno y de comportamiento humano que apelaban a la certeza de sus matemáticas. Había argumentos de la existencia de Dios basados en la certeza matemática de las leyes geométricas de la naturaleza que Newton había revelado. La geometría proporcionaba a sus estudiosos un sistema de pensamiento que era absolutamente cierto porque empleaba razonamientos lógicos perfectos a partir de premisas que eran enunciados acerca de cómo se veía el mundo.

Puede discernirse el estatus especial que tenía esta geometría a través del tratamiento que le dio Kant en su sistema filosófico durante el siglo XVIII. Su sistema de pensamiento estaba unido a la inevitabilidad de la geometría euclideana. Él la daba como un ejemplo de un conocimiento sintético a priori, es decir, algo que es necesariamente verdadero. Para Kant, esta necesidad emanaba de la naturaleza de los modos humanos de pensamiento. La forma en que estaba construido el cerebro humano aseguraba que debemos encontrar que las verdades de la geometría se cumplen.

El descubrimiento de que la geometría euclideanea no era una verdad única inevitable y absoluta sobre el mundo llegó como una conmoción. Su impacto fue irreversible y de largo alcance. Socavó las ideas absolutas sobre el conocimiento humano en un vasto espectro del pensamiento humano. Aunque los matemáticos se resistieron durante mucho tiempo a su muerte, quienes trataban de derrocar las certezas euclideanas tradicionales se apegaron a ello como una señal de que el relativismo era una regla.

Pero la ciencia ha descubierto que esa regularidad de la naturaleza, manifiesta en la simetría, no es estática. Las causas simétricas pueden producir efectos asimétricos, y esta “ruptura de la simetría” nos permite entender mejor muchas cosas: desde el remolino en espiral de las galaxias o las vibraciones de las estrellas, hasta los ordenamientos de los átomos en un cristal o la forma de los virus, pasando por fenómenos de nuestro entorno cotidiano como las rayas del tigre o las gotas de rocío en una tela de araña. Esta es la idea central que platea el libro Es Dios un geometra, de Ian Stewart y Martin Golubitsky.

Los autores consiguen hacer fácilmente comprensibles temas que figuran entre los más complejos de la ciencia actual, el gen de Dios, utilizando las ilustraciones para explicarlos sin recurrir a las matemáticas. Con esto no se nos ofrece sólo un libro científico “de entretenimiento”, que acumula curiosidades amenas; de lo que se nos cuenta aquí surge una mejor comprensión de la forma en que aparecen pautas regulares en la naturaleza y en la vida.

En conclusión, la cuestión de la calidad de Dios es una cuestión amplia y seria, y si yo intentase tratarla del todo, tendría que retenerlos en este sitio hasta el Día del Juicio, por lo que deben excusarme por tratarla en forma resumida.

El argumento de Dios como geometra es una concepción derivada del antiguo despotismo oriental. Es una concepción indigna de hombres libres. Me uno a Bertrand Russell en el desafío de manternos en pie y mirar al mundo a la cara. Tenemos que hacer de nuestro mundo el mejor posible y dejar las esperanzas de que alguien las haga por nosotros, y si no es tan bueno como deseamos, después de todo será mejor que el que esos otros han hecho en todos los siglos.

Un mundo bueno, necesita conocimiento, bondad y valor. Esto significa, enfrentar la vida con responsabilidad, y enfrentarla éticamente, ya que no podremos culpar a nadie de lo resultados obtenidos. En vez de esperar del Gran Arquitecto, debemos ser el Arquitecto de nuestro propio destino, asumir la totalidad de la responsabilidad, donde el otro es un elemento cuya funcionalidad dependerá de mi propio análisis y donde yo seré el responsable de dicha interacción.

En cuanto a la fuerza que ejerce la sociedad, ya sea a través de sus instituciones o de las personas, seguirá siendo el desafío que nos de más fuerza para orientar nuestra conducta y superar dicha influencia.

Ser Arquitecto de nuestro propio destino debería significar el prepararse para el dominio de si mismo y del desarrollo de la fuerza necesaria para manejarse acertadamente en sociedad. Recuerda que independiente a la creencia o no de un Gran Arquitecto del Universo, existe un rincón del universo que con toda seguiridad puedes mejorar; y eres tú mismo.


Christian Gadea Saguier