Cada diciembre los centros comerciales aparecen colmados de gente apresurada que carga bolsas de todos los colores. Lista en mano, nada puede quedar fuera de las previsiones de Navidad. Las reuniones de familias y amigos aumentan el estrés en una celebración que, paradójicamente, invita a la serenidad y a la reflexión. Todo empieza con la decoración navideña en comercios, calles y plazas. Y junto con las luces de fin de año, llega el tiempo de rendir culto al consumo.
Me encuentro leyendo Vida de consumo, de Zygmunt Barman, donde analiza el impacto del modelo consumista de interacción sobre varios aspectos donde los individuos son, simultáneamente, los promotores del producto y el producto que promueven, reciclándose en bienes de consumo para lograr reconocimiento social.
El diario La Nación, de Argentina, consultó a varios intelectuales sobre el sentido de la Navidad. Con prístina claridad, el filósofo y poeta Santiago Kovadloff explicó: "Espiritualidad y consumo entran en conflicto cuando se vuelven excluyentes o aspiran a sustituirse, pretendiendo que los atributos propios reemplacen o ahoguen los ajenos. Hay una espiritualidad que es expresión del consumo exacerbado y hay un consumo que pretende pasar por espiritual, al investir a los objetos de un sentido afectivo y moral que no tienen". El filósofo sumó, como expresiones de un consumo exacerbado, "el apego intolerante a ciertas creencias de moda en torno de la alimentación, la belleza exterior, la apología de la vida social o la sacralización de la vida deportiva".
Para el filósofo Enrique Valiente Noailles, "estamos en lo que Lipovetsky denominó la era del vacío. El consumo es el epicentro de toda actividad de la humanidad contemporánea. Una fiesta de origen espiritual, en un contexto de este tipo, sólo acentúa la percepción de lo que falta. Por tanto, hace más frenética la búsqueda de un sustituto. El consumo es la herramienta que hemos diseñado para intentar escapar a la fosa común de la ausencia de un sentido".
La navidad, originalmente fiesta cósmica, tenía otro sentido al consumista de hoy, era un tiempo de celebración de la nueva vida, del nuevo nacimiento y la oportunidad para empezar todo de vuelta y mejor. Para los pocos que quedamos con esta idea de la navidad, feliz solsticio.
Christian Gadea Saguier
Me encuentro leyendo Vida de consumo, de Zygmunt Barman, donde analiza el impacto del modelo consumista de interacción sobre varios aspectos donde los individuos son, simultáneamente, los promotores del producto y el producto que promueven, reciclándose en bienes de consumo para lograr reconocimiento social.
El diario La Nación, de Argentina, consultó a varios intelectuales sobre el sentido de la Navidad. Con prístina claridad, el filósofo y poeta Santiago Kovadloff explicó: "Espiritualidad y consumo entran en conflicto cuando se vuelven excluyentes o aspiran a sustituirse, pretendiendo que los atributos propios reemplacen o ahoguen los ajenos. Hay una espiritualidad que es expresión del consumo exacerbado y hay un consumo que pretende pasar por espiritual, al investir a los objetos de un sentido afectivo y moral que no tienen". El filósofo sumó, como expresiones de un consumo exacerbado, "el apego intolerante a ciertas creencias de moda en torno de la alimentación, la belleza exterior, la apología de la vida social o la sacralización de la vida deportiva".
Para el filósofo Enrique Valiente Noailles, "estamos en lo que Lipovetsky denominó la era del vacío. El consumo es el epicentro de toda actividad de la humanidad contemporánea. Una fiesta de origen espiritual, en un contexto de este tipo, sólo acentúa la percepción de lo que falta. Por tanto, hace más frenética la búsqueda de un sustituto. El consumo es la herramienta que hemos diseñado para intentar escapar a la fosa común de la ausencia de un sentido".
La navidad, originalmente fiesta cósmica, tenía otro sentido al consumista de hoy, era un tiempo de celebración de la nueva vida, del nuevo nacimiento y la oportunidad para empezar todo de vuelta y mejor. Para los pocos que quedamos con esta idea de la navidad, feliz solsticio.
Christian Gadea Saguier
Y si. Es como una locura colectiva que mucha gente no quiere, no puede o no les conviene curar. Y pasa no sólo en Navidad, en otras 'festividades' también (amor, amistad y/o espiritualidad mercantilista).
ResponderEliminarSaludos. (: