Somos una Orden porque tenemos reglas. Las reglas están determinadas por un esquema de organización, jerarquías y funcionalidad, además, por principios y procedimientos.
Somos una Orden porque tenemos una misión, primero interna e iniciática y otra externa y política.
Somos una Orden porque tenemos por lenguaje una disposición simbólica, métodos de enseñanza y formas de comunicación.
Estos tres factores nos hacen una Orden: estructura, misión y simbolismo.
De allí que la masonería le exige al adepto un doble esfuerzo en la vida. Primero la construcción personal y segundo, la construcción de la sociedad. Estas dos arquitecturas, iniciática y política, son las columnas en la que se sostiene la identidad masónica, con sus compromisos personal o interno y social o externo.
Ambas son vitales para garantizar la realización de la Orden. Sin embargo, la masonería elude hablar de religión y política, pues es entendido que los debates de este género contribuyen a enfrentamientos innecesarios y anular el deseo de la fraternidad masónica, rompiendo el centro de unión que constituye la institución.
¿Cómo hacemos entonces nuestro trabajo político-externo?
La clave está en transformar la visión del mundo que traemos al momento de iniciarnos, utilizando la estructura iniciática y simbólica. Y a medida que logremos percibir la realidad sin la venda de la ignorancia, superstición, fanatismo y ambición, la Luz masónica irradiará con mayor intensidad el interior de cada uno.
En adelante nuestras conductas personales y trabajos sociales, lo iniciático y lo político, se orientarán bajo principios que convienen a todos y no afectan a nadie, sino para mejorar. Así las cosas, la masonería no tiene otra cosa que hacer, sino masones.
Y de los principios aprendidos, con el tiempo se trasformarán en regla de vida, actuando de tal forma, que la vida profana será igual que la vida iniciática, manifestada en las obras, trabajos y acciones, donde quieran que nos encontremos y por modesto que fuere.
La Orden masónica ha sobrevivido en el tiempo por no abandonar sus principios, que le dan forma, sentido y naturaleza, pero si estos no se ponen en práctica en la vida cotidiana (el trabajo político), todo se vuelve una presentación teatral, donde se simula, pero no se vive.
De allí proviene el esfuerzo que los masones debemos tener para disipar la ignorancia, combatir los vicios y pasiones e inspirar el amor a la humanidad. Debemos estar abiertos a avanzar, a ser mejores hombres, con ganas de progresar, manteniendo una conducta personal y colectiva acorde al ideal masónico.
Si olvidamos estos principios que fundan la masonería y no logramos mantener el esfuerzo de investigar, leer y vivir lo iniciático de la masonería, nos apartaremos de los símbolos que nos comunican que sólo mediante el trabajo uno logra todo.
Si nos apartamos del compás, la escuadra, la plomada, el mazo y el cincel, nos apartamos de la Orden masónica.