El Génesis hermético, la genealogía masónica

Literalmente, el Antiguo Testamento describe la evolución de le Fe judía, desde los tiempos de Abraham. No solo narra la historia de una nación unificada y devota del dios Jehová, sino también describe, en su primer libro, la creación del universo.

Actualmente en los Estados Unidos, la sociedad está enfrentada entre evolucionistas y creacionistas. Los neodarwinianos opinan que no es posible observar las huellas de Dios en la evolución de los seres vivos, donde los cambios suceden sin que los guía un criterio ético.

Los creacionistas por su parte, aseguran que no es posible explicar la inmensa complejidad de la vida sin la intervención de un Ser Superior. Les parece, además, que los seres humanos tienen profundo sentido moral que sólo puede explicarse por este principio.

Nosotros, para no confundir la ciencia con la teología, a modo de evitar entrar en la controversia, desarrollamos este trabajo sobre el Génesis bíblico por medio de la mitología, leyendas y tradiciones esotéricas.

Mitos, leyendas y tradiciones esotéricas.
Ya lo anticipó Platón en su República que los mitos son “hechos jamás acaecidos, pero siempre presentes”. Hoy, cuando las sociedades están un tanto familiarizadas con la literatura del espíritu, los mitos, leyendas y tradiciones secretas vuelven a concentrar el cause público.

Los mitos y leyendas son hitos de nuestra búsqueda de la verdad a través de los tiempos, del sentido, como lo afirmaría Joseph Cambell, dado a cuanto ansiamos encontrar un sentido a la vida. Al fin y al cabo, los mitos y leyendas son eso, pistas que nos ayudan a encontrarnos a nosotros mismos, pistas de las potencialidades espirituales de la vida humana para encontrar la experiencia de la vida.

La mitología nos enseña que hay detrás de la literatura y el arte, enseña sobre tu propia vida. Tiene mucho que decirnos sobre los estadios de la vida. Por ejemplo: Cuando un juez entra en la sala del tribunal y todos se ponen de pié, no están reverenciando al hombre sino a la toga que está usando y al papel que representa.

En el comienzo
Ya habíamos comentado que en su mayor parte el Génesis, primer libro del Antiguo Testamento, narra, justamente como lo indica la palabra, el nacimiento e historia de una familia que con el tiempo se convertirán en las naciones y sociedades que pueblan hoy el mundo.

Pero lo que interesa a este autor, son los primeros minutos, como diría Carl Sagan, de este génesis con el propósito de conocer la genealogía masónica.

Las religiones dogmáticas existentes han antropomorfizado la Inteligencia Universal, a fin de hacer accesible a determinados niveles culturales, alguna comprensión de lo trascendente.

A los masones no nos interesa el discurso religioso externo o de las formas, sino el interno o esotérico, de lo que trasciende las formas. Por eso dejamos la religión a las puertas de nuestros templos y para designar la esencia de lo trascendente usamos el concepto de Gran Arquitecto del Universo, noción común para desarrollar el trabajo de la búsqueda y experimentación de la verdad.

Se trata de una simbología que permite a cada cual atribuir a ese Principio Generador universal las matices que vaya descubriendo en su búsqueda y experimentación. Lo que nos interesa es conocernos a nosotros mismos, descifrando nuestro código íntimo y sólo a través de esa labor, conocer el universo. De allí provienen nuestros denodados esfuerzos en utilizar símbolos como herramientas en los mitos, leyendas y tradiciones ocultas.

Presuponer dogmáticamente que ese origen de lo existente ya es conocido a través de una forma de revelación, descarta toda posibilidad de búsqueda, esfuerzo y desarrollo. Pretendemos que el hombre es el Arquitecto de su propio destino y no el juguete de un Titerero.

El, el Todo
La idea masculina que hoy nos presentan las religiones monoteístas sobre la concepción del Ser Superior, lejos está de haber prevalecido en toda la historia de la humanidad, sino sólo en este breve espacio, si nos basamos en un calendario cósmico, del desarrollo de la humanidad.

Hace unos 30.000 años Dios o Yahvé no existían tal como conocemos hoy, pero la especie humana llevaba más de dos millones de años enfrentándose sola con su destino en un planeta inhóspito.

Con el desarrollo mental, una parte de la humanidad empezó a preocuparse y a albergar esperanzas acerca de una hipotética supervivencia después de la muerte. En su Summa contra Gentiles, Santo Tomás de Aquino ya había sentenciado que “Dios está por encima de todo lo que logre el hombre pensar de Dios”. Sin embargo, la tradición masónica, a base de pensar que no hay nada tan lejano que no pueda ser investigado ha acumulado datos sobre le Principio Superior, descartando la Fe como vía de conocimiento.

El camino es largo y complejo, cada cual puede comenzar su andar desde puntos muy diferentes. El nuestro se inicia en la unión de los principios de generación, masculino y femenino, presentes de toda la naturaleza, en las energías de todos los elementos presentes en el universo, en el inicio de los polos opuestos, en el Todo presente en todo.

Para la tradición hermética el Principio Supremo va más allá de lo masculino y presencial. Está considerado como el Todo en todo. El Todo es una realidad substancial que se oculta detrás de todas las manifestaciones y apariencias, pero a la vez es origen de ellas.

Genealogía de la Luz
Según el relato bíblico, tras la expulsión del paraíso, la humanidad es condenada a morir, pero el Ángel de la Luz deja por medio de Eva su descendencia que salvará a la humanidad de la traición de Yavhé.

Según el Génesis, la primera civilización arranca con Caín, la primera ciudad fue construida por Caín, el inventor de la agricultura. Sus descendientes, los hijos de Lamec, fueron los que forjaron los metales para construir los instrumentos metálicos y musicales. La metalurgia y la música, es decir, la técnica y el arte son patrinomio de la estirpe de Caín.

Es poco conocida por los investigadores especializados y menos aún por la sociedad, la filiación directa de los iniciados herméticos y masónicos con Lucifer. Muchos conocen su origen cainita y la figura de Tubalcaín sin que sin embargo puedan fijar con claridad esta genealogía espiritual supracósmica y por lo tanto no humana.

En efecto Caín no es hijo como Abel de Adán y Eva, sino del mensajero de la Luz, Lucifer en la tradición bíblica, que fecundó a aquella. Así Abel hijo de la pareja humana es fruto de la tierra, mientras que Caín es un ser espiritual nacido de la Luz y por lo tanto engendrado por lo efluvios celestes y sin padre terrenal conocido.

Como se ve claramente, la generación de Abel, que se corresponde por otra parte con el nomadismo, el tiempo y el pastoreo, es distinta a la de Caín, que se vincula con el espacio, la agricultura, el uso del intelecto de manera práctica en el sentido del dominio de la naturaleza, en especial en lo que toca al arte y la ciencia de la construcción.

El Espíritu de la Luz, es pues el antecedente de una gran dinastía que se reproduce de modo paralelo a las genealogías de los hombres comunes. Sin embargo, este Espíritu de la Luz, ha sido siempre odiado por estos últimos que sin poder comprenderlo se han vuelto siempre contra él de modo radical, a tal punto que en el Corán se lo equipara con el mismo Satán. Por eso es que Caín corrió la misma suerte y sobre sus espaldas se descargó la furia no sólo de Adán sino también de su madre Eva y su hermano Abel. De allí proviene el desprecio que en su historia el Cristianismo arrojó a los iniciados.

“Como es arriba es abajo”
Es conocida la sentencia “Conócete a ti mismo” ubicada a la entrada de la Academia Platónica, la cual es el verdadero programa y al mismo tiempo fin de la filosofía. Pues dada la analogía entre el macrocosmos y el microcosmos, desde lo Individual podremos conocer lo Universal. Es esa letra “G” contenida en la estrella de cinco puntas la que nos habla de la divinidad contenida en la humanidad.

En cuanto a la Biblia y las tres religiones que derivan de sus textos, el Ego sun qui sum se refiere obviamente a la identidad del Ser Universal, que se refleja en el ser individual.

La identidad es, en suma, el problema central de nuestra civilización, y una verdadera necesidad en el ámbito de nuestras perspectivas, cualesquiera que ellas fuesen, pues constituye el núcleo mediante el cual cualquier posibilidad es válida y toda perspectiva inteligible.

La experimentación del Yo se transforma así en el motor de sus legítimos afanes y en el meollo de la construcción de su ideario, pues el hombre es un fin en sí mismo, no un medio para fines de otros.

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