¿Cuál debe ser la conducta de los masones?

Nos proponemos examinar el delicado problema que se presenta cuando por parte de la Masonería se ofrece una sólida doctrina filosófica y ética, utilizando una adecuada metodología para la enseñanza de sus postulados y principios, se trata de formar la personalidad del masón dentro de esa doctrina y, sin embargo, en la realidad social externa y en la convivencia masónica interna, se producen situaciones, actos y conducta que desvirtúan esos objetivos.

El problema es complejo y difícil porque no existe un patrón único que explique los múltiples casos que se presentan y las circunstancias muy diversas que los acompañan. Por ello, trataremos de examinarlo conforme lo percibimos, reconociendo que seguramente existirán otras opiniones distintas para apreciarlo.

Como las conclusiones a que llegaremos están directamente relacionadas con la conducta del masón debemos tener presente, en primer lugar, lo que nos señala al respecto la Constitución Masónica, en su Declaración de Principios.

Nos dice que como “institución docente tiene por objeto el perfeccionamiento del hombre y de la humanidad” y que “a través de sus miembros proyecta sobre la sociedad humana la acción bienhechora de los valores e ideales que sustenta”.

En otras palabras, la Masonería prepara a sus miembros dentro de una concepción humanista, laica y racionalista, para que construyan una superior posición frente a la vida y actúen dentro de formas perfeccionadas de convivencia, de modo que su ejemplo sea esencialmente dignificador.

De esta manera, la orden procura que sus miembros, además de acrecentar el patrimonio intelectual, social y ético de la Masonería, ajusten su conducta de manera que en toda ocasión su comportamiento armonice con la misión de la orden de ser fuerza moral y soporte de la doctrina de fraternidad, equidad, paz y justicia social.

Así, el perfeccionamiento del masón tiene un sentido práctico y realizador, a favor del progreso de la comunidad y de la eficacia de su enseñanza.

Hasta aquí, en mi opinión, llega la misión de la Masonería. En efecto, toda la estructura intelectual y filosófica de la Masonería y la acción para realizar sus objetivos fundamentales, se basa en el concepto de que el masón, perfeccionado en sus prácticas y doctrinas, se deberá desempeñar proyectando en su actividad profana y en toda ocasión una conducta o comportamiento acordes con ellas.

En otros términos, el hombre fraternal, digno y a la altura de los principios masónicos, debe aparecer como fruto de la formación masónica de su personalidad.

Si bien en algunos casos, pocos por cierto, no se dan estos resultados, no puede atribuirse a la Masonería las consecuencias de conductas desviadas o incorrectas de esos masones, porque el ámbito en que generalmente se dan –en el mundo profano- queda fuera de control directo y de las obligaciones de la orden.

Sin embargo, no podemos pasar por alto posibles comportamientos inapropiados, aunque estos se den de manera muy aislada. Debemos tener un infinito respeto por los posibles defectos o errores de nuestros hermanos, debemos tener esperanza en su capacidad de enmienda, pero en ningún caso los valores centrales de tolerancia y fraternidad deben ser obstáculos para impedir que la orden sea utilizada para fines ilícitos o reprobables.

Por el mismo motivo debemos ser un modelo de moral masónica en todos los sentidos, no pudiéndose entender, por poner un ejemplo, que el máximo representante de una obediencia o que un maestro masón, fuera sospechoso de realizar negocios de dudosa moralidad, sin ser denunciado desde la propia masonería, pues ello pondría en jaque a la Orden misma, vertiendo serias dudas sobre el propósito de la masonería no ya como institución, sino como titular de un verdadero método iniciático de perfección.

Si bien la conducta de los hermanos en sus actividades profanas queda fuera del control y de la misión esencial de la orden, esto no quiere decir que ello sea indiferente para la Masonería al momento de calificar esas conductas internamente con la reprobación que se merece y adoptando, si el caso lo requiere, las decisiones pertinentes por el incumplimiento de los deberes masónicos que minan a su idoneidad y honestidad como miembros de la orden.

Así estará siempre presente la Masonería, para hacer valer el peso de su autoridad moral respecto de aquellos hermanos que demuestran no haber asimilado sus enseñanzas y doctrinas.
Cuando, en estos casos se acusa a la Masonería como inoperante en su acción profana, se le está exigiendo a la institución asumir una responsabilidad que no le corresponde, que no es propia de su esencia y finalidad. Como creemos haberlo demostrado, toda vez que su misión llega únicamente a estructurar una filosofía de valores humanos que transmite a sus miembros, con miras a que se perfeccionen en esas doctrinas y se conviertan en hombres buenos, juiciosos, prudentes, sabios, fraternales y solidarios.

Cabe destacar que en el cumplimiento de tales objetivos descansa la importancia y trascendencia de la orden.

Es sabido que la Masonería no tiene la estructura orgánica que le permita actuar dentro del mundo profano y social, como institución, imponiendo decisiones o comportamiento determinados a sus miembros en los problemas contingentes que se presentan.

De las consideraciones que hemos hecho se desprende, en consecuencia, que no se puede desconocer que la Masonería, con una tradición más que milenaria, ha cumplido y cumple dentro de las sociedades un rol valioso en el campo del humanismo, defendiendo su pensamiento de libertad, justicia social y moral laica. Los desaciertos, incorrecciones o conductas desviadas en que podrían caer unos pocos hermanos en sus actuaciones profanas, no pueden disminuir su prestigio y la solidez de su doctrina, porque ella no asume un papel ni interviene como tal en la problemática social contingente. Son los hermanos quienes tienen la responsabilidad de someter sus conductas a las enseñanzas y principios que ella les ha entregado. De manera que, si así no ocurre, caerá sobre éstos el reproche moral de toda la orden, sin afectar con ello la esencia de la doctrina masónica, su validez, su metodología y la obra que realiza.

En definitiva, la conducta de un masón más que bellas palabras y discursos sobre el recto comportamiento, se define en sus actos y ejemplos que da a la sociedad.

1 comentario:

  1. Hola Chistian:

    Te escribe Eli del Blog Esoterismo y Ocultismo, con el fin de comentar un poco tu post sobre cual debe ser la conducta de los masones.

    A primera vista, la masoneria es una institucion que se encarga de dar al hombre pautas de comportamiento ligadas a su esencial filosofia, a sus objetivos intelectuales y tambien a sus deberes filantropicos.

    ¿Esto puede decirnos que tan bueno es un mason?. Si lo consideramos en el sentido de las costumbres, podemos tener una respuesta clara, sin embargo la masoneria no solo deberia encargarse de los aspectos ligados a la personalidad.

    Lamentablemente hoy en muchas obediencias se ha olvidado el significado espiritualista que la masonaria como Orden posee -separo del termino Logia-. Para mi entender, reinegrar al ser humano con la divinidad. Si no, que finalidad tiene la ritualidad, si hoy se reduce a un mero repetir de formulas que parecen carecer de sentido. La ritualidad es clara en este sentido, religare es la meta de la Orden.

    "Encontrar la verdad", es otro tema interesante en este caso. Viviente en la verdad, como dicen los R+, vivirla al ser mas concientes y por fin alcanzar la conciencia despierta. Tales cambios no se experimentan al nivel de la personalidad solamente, sino que provienen del interior del ser humano, tal como la tradicion iniciática nos recuerda.

    Te dejo con palabras de René Guénon del libro Iniciacion y realizacion espiritual.

    En efecto, desde que se ha comprendido que la iniciación consiste esencialmente en la transmisión de una cierta influencia espiritual, y que esta transmisión no puede ser operada sino por medio de un rito, que es precisamente aquél por el cual se efectúa el vinculamiento a una organización que tiene por función ante todo conservar y comunicar la influencia de que se trata, parece que no debería haber ya ninguna dificultad a este respecto; transmisión y vinculamiento no son en suma más que los dos aspectos inversos de una única y misma cosa, según que se considere descendiendo o remontando la «cadena» iniciática.

    Eli

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