El modelo de hombre al cual aspira la masonería

En varias oportunidades, y sobre todo al publicar este blog, me han llegado muchos mail pidiéndome información sobre cómo uno/a puede convertirse en masón. Pensando en aquellas personas y recordando a mis hermanos nuestro compromiso como humanos, les presento este modelo de ser humano al cual aspira la masonería. El modelo está implícito en diversos documentos doctrinarios de carácter universal y que podríamos resumir así.

La orden aspira a conseguir alguien capaz de no reconocer jerarquías sociales ni de fortuna; honrado, libre de preocupaciones y dispuesto a trabajar por el bien de la humanidad, fiel a la obligaciones que contrae voluntariamente, dedicado al cultivo de la virtud y a la adquisición de la verdad, apto par elegir los elementos útiles de ambiente en que se desenvuelve, purificado por el esfuerzo, por medio del estudio de la ciencia, por el ejercicio de la justicia y por la actividad del trabajo.

El masón integro ha de ser un luchador a favor de la verdad y contra la mentira, de la sinceridad contra la hipocresía, de la libertad y la tolerancia, contra la tiranía y el fanatismo. En el orden filosófico debe tener una libertad de conciencia acerca del origen del universo, así como debe conocer las distintas tendencias que se disputan el mundo de los creyentes en los sistemas religiosos, políticos y filosóficos.

Se desea al hombre con doctrina, con valor para sobreponerse al desfallecimiento y desarrollar las fuerzas necesarias para suprimir, en lo posible, los males que engendran los mezquinos impulsos del egoísmo y las malas instituciones políticas y sociales. Se aspira a un luchador digno y amante del derecho, a favor de la virtud y de la inocencia ultrajadas, y en apoyo de los ofendidos por la mentira, la calumnia o la injusticia, que no retrocede ante ningún peligro cuando cumple con los dictados de su conciencia ilustrada; que permanezca puro y limpio de toda iniquidad y dedicado sólo a obras meritorias y especialmente, de inteligencia purificada de prejuicios por medio del estudio. Así, por la perseverancia en la adquisición de la virtud allanará los tropiezos.

Con amor al prójimo, incapaz de hacer a otro lo que no quisiera que hicieran con él; arrastrando con ánimo esforzado toda clase de peligros en defensa de la verdad y la justicia. En otras palabras, que no convierta su vida en fuente de pasatiempos, sino de austeros sacrificios; sin contemplar pasivamente el bien sino constituido en activo combatiente contra el mal y el error.
El hombre en quien la educación masónica logra su fin, es aquel que hace la caridad, entendida no como la limosna vergonzante y ostentosa, sino como convicción ilustrada y la voluntad decidida de contribuir a que los hombres vean claro y cumplan con su destino, suministrando a los demás los medios que les faltan para que, a su vez sean útiles a sus semejantes. Sin olvidar que nunca las viudas o los huérfanos deben llamar vanamente a sus puertas; o de darle un consejo al ignorante o al que va descaminado.

Busca la Orden, a quien propague la tolerancia, para evitar horrores y lágrimas. En fin, alguien capaz de socorrer a sus hermanos aunque sea vertiendo su propia sangre, que ponga en sus acciones el sello del honor y la virtud; que huya del vicio y siga la senda de los hombres que han esclarecido, con sus méritos y servicios a la humanidad.

Todo este programa se resume en la aspiración de la Augusta Orden, de formar un hombre de inteligencia esclarecida, de sentimientos ennoblecidos y de voluntad intrépida.

Christian Gadea Saguier
© Blog Los Arquitectos

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