El pasado martes el canal The History Channel emitió un programa sobre la Masonería en el que aludía a la Leyenda de Hiram. El programa en sí era bien básico para el iniciado, pero interesante para aquellos ajenos a la tradición masónica.
Por ello, y en honor al esclarecimiento del tema, más allá de los oscuros misterios, publico esta nota sobre la Leyenda del Grado, realizando un énfasis en su interpretación psicológica y cosmológica.
Además adjunto un video realizado por el Gran Oriente de Italia referente al mismo tema. La leyenda, para entenderla en su totalidad hay que vivirla más allá de la experiencia literaria, pues al fin la masonería no es más un modo de encarar el camino hacia el progreso de la humanidad.
Los que asesinaron al maestro Hiram están personificados en la Mentira, la Ignorancia y la Ambición. La Mentira atacó primero y le pegó un golpe, símbolo de un velo que cubrió la cabeza y lo hizo desconocido.
La Ignorancia asestó el segundo golpe, guiada por la mentira, se encargó de impartir imposturas. La Mentira y la Ignorancia eran audaces y sus triunfos fueron rápidos.
La Ambición, que había dirigido la trama, viendo la credulidad y la debilidad de los demás obreros se dijo así mismo, todo va bien, pronto ocuparé el lugar del maestro.
La causa de nuestro acerbo duelo es la contemplación de la mentira, la ignorancia y la ambición como elementos que amargan y matan la vida. Ellos alejan al hombre de los manantiales de regeneración y de fuerza que la naturaleza abre a todas las aspiraciones, como la madre derrama sus pechos en la boca sedienta del hijo, después que lo ha formado y nutrido en su sangre.
De la vida universal venimos y a la vida universal volveremos, y en este tránsito sólo estos malos hábitos nos apartan de las ondas claras y serenas del bienestar. Este es el sentido que resplandece en la leyenda simbólica del grado.
Unidos los tres asesinos en torno al cadáver de la inocente víctima y al contemplar ensangrentado y lívido el rostro de aquel maestro tan bueno, puesto que era tan justo y laborioso, sintieron alzarse desde el abismo de su ser al no contar con la palabra que buscaban.
Creyendo ocultar el homicidios, resuelven conducir el cuerpo a un pié de una montaña, donde lo entierran y, aturdidos clavan en la fosa una rama de acacia para que no reconocieran que la tierra había sido removida.
Luego fueron a ocultarse en una profunda cueva, vana precaución, porque llevaban consigo sus propias conciencias horrorizadas, pues pretender que la razón no acuse al culpable es como impedir que la semilla no germine, que el árbol no dé fruto.
Así aparece la aurora del día siguiente, convocando a los obreros al trabajo. Y cual será la sorpresa y turbación al no encontrar en el templo al querido Maestro, siempre el primero en concurrir, como siempre el último en retirarse al descanso. Lo buscan ansiosos, lo llaman con una congoja creciente. El Maestro Hiram no aparece ni responde. Donde el día anterior repercutían las alegres notas del trabajo, ahora todo yace envuelto en silenciosa tristeza de desolación. Se hace imposible trabajar en el desorden y la ignorancia. Hiram representaba la verdad que alumbra, la razón que guía y en la verdad inspirada.
Roto el acuerdo armonioso de la fraternidad, de la disciplina, no estimula, ni puede hacer fecundo el trabajo.
Siete días transcurrieron en las más punzante zozobra; presa Salomón de la misma pena, y participando de las sospechas del crimen, que también comenzaban a asaltar a los obreros, nombró en grupos de a tres, una comisión de nueve maestros de completa confianza para que averiguaran el destino del inconsolablemente llorado Hiram.
Entretanto, aprovechándose de la confusión que sobrevino al taller y en el principio de extraviar las sospechas, volvieron los tres Compañeros asesinos al templo y se mezclaron con los otros.
Así la mentira, la ignorancia y la ambición, se presentaron para consolar y dirigir a los mismos a quienes habían sumido en el llanto y hasta imaginándose por el momento asegurada la impunidad, continuaron sus planes ambiciosos. Propusieron glorificar al Maestro levantándole altares para que le tributasen culto los hombres.
Muchos se dejaron seducir, pero los prevenidos no entraron en el juego. La anarquía se produjo, rota la cadena de unión, que era la fuerza de aquella sencilla y sincera familia, los buenos quedaron a merced de los malvados, sirviéndoles de instrumentos inconscientes contra su propia causa y propósitos.
Felizmente, la vegetación de la mentira y del error es efímera: crece a veces, rápida y avasalladora, pero su savia es débil y enfermiza, se agota al fin; mientras que la vegetación de la verdad y la justicia, aunque lenta, es indestructible. Inútiles fueron ya las intrigas, las persecuciones, todas las violencias y recursos a que apelaron aquellos traidores, que bajo la careta de leales discípulos del Maestro buscaron fundar su despotismo personal.
De los nueve comisionados por Salomón, todos pagaron con la vida la lealtad y su denuedo, pero eran remplazados por otros igualmente animosos y convencidos de que sus esfuerzos no serían inútiles.
La era de la Luz
Así se presenta la Leyenda de Hiram en cada ceremonia de exaltación a la maestría. Como podemos comprender el doloroso drama del Maestro Hiram personifica el prototipo justo que triunfa sobre la muerte y la corrupción, la renovación de la vida individual más allá de la muerte aparente.
El personaje de Hiram se presta a interpretaciones lo suficientemente amplias como la alegoría de los fenómenos de la naturaleza cósmica, gobernados por sus leyes de vida y de muerte en sus transformaciones periódicas. Esto es, tratándose de sociedades, por leyes de armonía y desorden, de composición y descompocisión, de progresos y regresiones atávicas, así es sobre todo un símbolo moral.
Es el hombre de bien perseguido, el pensador vilipendiado, el inventor despreciado. Es Job en su féretro; Prometeo en su roca; De Molay en su hoguera; son los filósofos y herejes sacrificados por los esbirros de la Inquicisión; los intelectuales arrojados al exilio por pensar diferente. Es todo aquel que sufre por una causa justa; todo libertador que sucumbe por la humanidad.
No obstante, Hiram no es sólo el justo, sino también la justicia. Es la libertad violada. Es la civilización amenazada por la invasión. Es la cultura intelectual y moral de un pueblo minado por la superstición y el fanatismo. Es la idea de progreso, bajo todas sus formas, contenida tanto por los sofismas como por las persecuciones.
Pero la libertad y la justicia, la civilización y el progreso son fuerzas indestructibles que, como Hiram, pueden sufrir un eclipse momentáneo, pero que, al igual que los Hijos de la Luz, persisten y viven bajo la rama de acacia hasta que amanezca el día en que la humanidad toda desee romper las cadenas de la mentira, la ignorancia y la ambición que mantienen en vilo el progreso de la humanidad. A pesar del ritmo, de las detenciones y retrocesos, la evolución marcha hacia un porvenir mejor.
© Christian Gadea Saguier
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la masonería, aquí, compila las viejas tradiciones solares. sabiendo esto, es fácil adivinar el significado astronómico de los tres asesinos, de hiram, de la cueva, etcétera...
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