Desde siempre, los hermanos construyeron en sus logias un espacio libre de diálogo y de confrontación de las ideas que permitió desde la creación de la República, el acompañamiento del progreso para lo mejor y el reflujo provisorio de sus tristezas.
Contrariamente a las ideas recibidas y a las ignorancias cultivadas, la Masonería no desconoce nada de la política. Por sus reflexiones, sus propuestas, el compromiso individual o colectivo de sus miembros, estuvo presente en todos los combates, por la libertad, la abolición de la esclavitud, el sufragio universal, el derecho de vivir y morir en la dignidad.
La Masonería nunca fue friolenta. Solamente eligió opciones diferentes para actuar y en la mayoría de las veces en plena luz del día. Se habrá necesitado las persecuciones de la ocupación alemana para que se imponga más allá del silencio que favorece la escucha, una seudo cultura del secreto en nombre de la protección natural de sus adherentes que creían deber esconder sus pertenencias, y de sus debates que evitan la cacofonía y la confusión engendrada por la cultura del espectáculo.
El tiempo de la elección presidencial llega como siempre a turbar el ordenamiento tradicionalmente marcado por las invitaciones a los principales responsables políticos delante de las logias antes del periodo de campaña y después, salvo catástrofes como la de abril de 2002, el silencio frente a la libre elección de los actores, cada uno considerado suficientemente informado. Las culturas de las grandes organizaciones masónicas (Grand Orient, Grande Loge, Grande Loge féminine, Droit Humain, Grande Loge nationale, Grande Loge traditionnelle, etc.) son suficientemente diversas para evitar toda intervención en los escrutinios.
De los ciudadanos libres
A título personal, las masonas y los masones son ciudadanos libres que eligen a quien quieren, se deben solamente a no sobrepasar estas elecciones personales para tentar instrumentalizar su asociación. Deben ser lo mismo frente al escrutinio.
Pero es necesario que la primera fase, la de la audición y del cuestionamiento se pueda desarrollar normalmente en el seno de las organizaciones masónicas que tienen la cultura del encuentro público con la opinión.
Esta ausencia, en gran parte involuntaria, crea las condiciones de una necesidad que se debe satisfacer en el respeto de las reglas que prohíben el sostén público de las instituciones masónicas y autorización sin uso de títulos o de funciones antiguas o presentes, la participación natural al debate democrático.
El problema no reside tanto en la dirección de las obediencias como – no tan nueva pero cada vez más pesada- en su incapacidad a llevar el mensaje de las logias quien imperturbablemente trabaja y propone sin el relevo nacional.
Algunos se ilusionan sobre el poder supuesto de los hermanos y hermanas, o se preocupan por el vacío de las propuestas que hubiesen nutrido el debate. Las logias abundan de estas ideas fuertes que construyeron todos los progresos de la República. Pero faltan estos formidables portavoces: la puesta en forma y la publicación de los mejores debates y propuestas.
Todavía es tiempo de contribuir a todos los niveles a la afirmación de una base Republicana arraigada en sus valores tradicionales que son comunes a la Masonería y a la República. Se necesita más libertad, más igualdad, mucho más hermandad para vivir juntos en nuestra diversidad.
Entonces hay que participar del debate, proponer, reflexionar juntos, dialogar para por fin tratar de las crisis vividas o las del porvenir, introduciéndose en las afueras de la capital, en el entorno y la familia.
Más que una llamada a votar para o en contra de quien sea, los masones y masonas deben renovar la caja de herramientas de la República para que esta encuentre siempre republicanos y republicanas para dirigirlas democráticamente.
traducido por Christian Gadea Saguier
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