La expectativa por el interés que encierra la Masonería no disminuye, por el contrario hoy más que nunca, numerosos autores bien informados se proponen escribir sobre la Masonería y no pasaron por alto ninguna especulación. Claro que tampoco lo hicieron las hilaras de embusteros y charlatanes que se han unido a la cacería. En esta nota nos detendremos en el umbral mismo de la Masonería, para comprobar la difícil decisión de convertirse en un militante de la Orden.
La Masonería significa algo más que un grupo social de personas que se permiten interactuar sobre temas intelectuales, sociales y políticos. Procura inculcar en sus adeptos el amor a la Verdad, el estudio de la moral universal, de las ciencias y de las artes. Tiende a extinguir los odios de raza, los antagonismos de nacionalidad, de opiniones, de creencias e intereses, uniendo a todos los hombres en bien de la humanidad. Para conocerla, es necesario cruzar la puerta misma de sus templos que por lado dan a la calle y por el otro a sus misterios encerrados.
La puerta desde los primeros orígenes del hombre ha sido considerada el paso de un mundo al otro. Simboliza la comunicación entre dos estados y, sobre todo, la posibilidad de acceso de uno al otro. Es la frontera que separa un ámbito interno de Luz, al que se aspira a acceder, de otro de tinieblas, de donde se viene. La puerta es la delimitación de dos mundos, el interior o sagrado y el mundo exterior o profano. Debemos recordar que la palabra “profano”, nombre con el que se denomina a los no iniciados, deriva de la raíz latina fanum que significa templo y de la cual se deriva la voz pro-fanum cuyo significado es todo aquello que está situado por fuera de las puertas del templo. En otro grado de significación, la Puerta, para el candidato que la busca, no tiene un significado de llegada sino, por el contrario, es el punto de partida hacia otra condición del ser.
El umbral es un escalón de piedra situado en la parte inferior de la puerta y en oposición al dintel colocado en la parte superior de la misma. El umbral es un lugar de tránsito a través de la Puerta, es el instante crucial de cambio, es el momento íntimo en el cual no se está ni en uno ni en otro estado. En el umbral no se puede permanecer, es sólo un lugar de paso, es un punto de no retorno. Atravesar el umbral es constatar una transformación de la condición del ser, e implica dejar atrás tanto lo banal y superfluo como lo recurrente y mundano, para recibir el aire nuevo de una influencia diferente. El umbral se puede traspasar en dos sentidos: entrando, con lo cual marca una dirección evolutiva; o saliendo, como reflejo de una involución. O dicho de otra forma, como inicio o final de un ciclo.
La puerta no es un elemento pasivo en la configuración de un templo masónico, no es la simple discontinuidad de una pared para permitir o impedir la entrada. Por el contrario tiene una función muy activa y la capacidad de transmitir un mensaje, como cualquier otro elemento simbólico del templo. La función activa de la puerta como símbolo se traduce en la capacidad de facilitar el paso o de impedirlo, es decir, el paso a su través es selectivo y requiere de un reconocimiento previo para entrar. Se desprende, también, una función de seguridad en el sentido de garantizar que el recogimiento del interior no será perturbado por ningún elemento ajeno a la logia.
Si la puerta garantiza la protección de una eventual acción externa, también protege de la posible pérdida de las energías generadas en el interior del templo durante la celebración del ritual masónico. En ese sentido, la puerta, herméticamente cerrada, guarda el calor de las energías y garantiza que los trabajos alcancen el punto de ebullición máximo, cuyos frutos son los secretos que deberán ser guardados en lugar seguro. Por lo tanto, este símbolo se puede considerar como el reflejo de la Puerta del Gran Atanor alquímico, el cual va a permitir la creación de un calor reverberado en su interior que transformará la materia.
En la Masonería sus grados y ritos no son de un siglo, tampoco se establecieron de una vez para siempre, sino que fueron apareciendo en épocas diferentes como pensamientos e ideas que gradualmente se desarrollaron y se unieron por una atracción natural. Claro que ella consiste en algo más que conferir grados, en la exacta repetición de las lecturas de cada grado, y en el familiar conocimiento de las fórmulas y palabras que se usan en la apertura y en la clausura.
La posesión de antiguos secretos que excitan la curiosidad de los hombres y atraen de una manera irresistible a sus templos, no le bastaría para afianzar perpetuidad y vitalidad perenne. Se desarrolla en los siglos porque sus fines son más nobles y elevados que la simple conmemoración de sus misterios secretos, porque requiere que ellos se conviertan de norma de vida de sus adeptos.
Christian Gadea Saguier
© Blog Los Arquitectos
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Q:.H:. Exito en este Blog me parece un exelente recurso que nos das. Un T:.A:.F:.
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