La valla dogmática que impide el progreso humano

Antes del nacimiento de la Masonería moderna, creer en "Dios" en Occidente era como creer en la salida del sol; la respuesta a todas las grandes cuestiones de la vida era "Dios" (independientemente de que un individuo dado estuviera inclinado a obedecer a o no). La Biblia era la fuente del conocimiento acerca de Él, especialmente el Antiguo Testamento, porque allí uno podía aprender, entre otras cosas, la historia de la humanidad, los propósitos divinos y aun las cuestiones políticas debían ser resueltas por el Antiguo Testamento.

Este concepto del "Dios" bíblico no existía hace unos 30.000 años, pero su concepto tomo vida y forma al tiempo que los humanos desarrollaron el pensamiento lógico y se percataron que el universo tenía vida en sí mismo y a esa vida la llamaron "Dios". Las pruebas arqueológicas evidencian que el primer "Dios" generador / controlador fue concebido y reconocido como mujer durante más de 20.000 años y que no hubo más divinidad que la Gran Diosa hasta que entre los milenios VI y III antes de la era actual, por necesidades socio-económicas, apareció el concepto de "Dios" varón.

Desde esa época se entendía que todo operaba según el plan de Dios. Los sucesos de la historia no eran hechos aleatorios, sino sucesos que servían para llevar a cabo la voluntad de Dios. El universo era relativamente joven, había sido creado por Dios unos 4.000 años antes de Jesús y era mantenido en operación gracias a la participación inmediata de Dios. La Tierra era el centro físico del universo; dado que el hombre era el nivel más alto de la creación, era claro que los propósitos de Dios estaban centrados en él.

Así el mundo que conocemos ha sido supuestamente modelo por ese "Dios" bíblico pero la cuestión fundamental en esta nota es saber si la obra es atribuible a un dios que existe y actúa mediante actos de su voluntad revelada, o es un dios conceptual que sólo adquiere realidad en el hecho cultural de las sociedades.

Del primer tipo de dios se ocupan las religiones y según ellas, no admite discusión ni precisa de pruebas, pues tienen la verdad revelada. Del segundo tipo de dios, en cambio, se ocupa la historia, arqueología, filosofía y antropología, las demás disciplinas científicas y sociales.

Cuando surge la Masonería durante el siglo XVIII se esparció sobre el continente europeo un movimiento cultural denominado Iluminismo y la religión que aquellos hombres practicaban, se identificaba con la religión natural adogmática, de cual hablará Voltaire en su Diccionario Filosófico cuarenta años después de la primera redacción de las constituciones.

Las constituciones de Anderson son para los masones el texto fundador de la Masonería moderna, ante todo porque en ella se consagra la superación de las divergencias religiosas entre los hombres que generaron las guerras de religión durante toda la historia. Su primer artículo habla de la religión y de los hombres; entre otras palabras, legisla que se deben guardar para uno las opiniones particulares en materia de religión y comprometerse en ser un hombre de bien y leal, hombres de honor y honestos sin importar las creencias que puedan distinguirlos.

Con esta actitud a-religiosa la Masonería no pretende hacer una profesión de ateísmo o materialismo y sino establecerse como institución abierta y progresista, saltando la valla dogmática y dejando su estudio para las religiones y teólogos. Por ello sostiene el principio de libertad absoluta de conciencia y de este modo se convierte en el centro de unión fraternal del mundo.

Pero los difíciles momentos de cambio que estamos viviendo indican que ha llegado la hora de repensar si es posible liberar a las sociedades de las moralinas que en nombre de lo divino atentan contra la misma existencia de la humanidad. En el mundo posterior al 11 de setiembre de 2001, la religión ha salido de lo privado para estar presente en el espacio público más que nunca. Las investigaciones sobre el origen del cristianismo y el legado de Jesús están socavando los cimientos que durante 2.000 años ha sostenido al Vaticano. También desde el Medio Oriente llegan los fuertes discursos contra la cultura occidental vista por fundamentalistas del Islam.

Así el retorno de lo religioso se hace presente y la teoría del Choque de civilizaciones que predijo Samuel Huntington está más cerca que nunca. Por lo tanto, ha llegado el momento de reconfigurar el humanismo independiente de sus confesiones religiosas y reinstalar una fuerte presencia de la laicidad como principio de las Repúblicas.

Quienes pretendan anular este trabajo para aplicar el adoctrinamiento religioso en los ámbitos de la República, atentan contra uno de los principios más elementales del ser humano, el del libre albedrío expresado como la libertad individual, que a fin de cuentas, le permite a cada uno tener su idea de dios.

Christian Gadea Saguier
©
Blog Los Arquitectos

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