La piedra bruta o las características del profano



La Masonería es una institución de elite, le interesa la calidad por sobre la cantidad, en definitiva es una institución selectiva. De este concepto viene su concepción iniciática. ¿A qué obedece esta circunstancia, por qué no todo el mundo puede ser masón si postulamos que el hombre es perfectible?

Si bien reconocemos tal postulado, debe existir un mínimo de condiciones, una materia prima susceptible de tal perfección, por fructífero que pueda ser el proceso docente, no es posible transformar en iniciado a quien no quiere serlo, a quien no posee la voluntad decidida de ver claro, de hacer luz en su espíritu.

La construcción masónica requiere de una mezcla, de una argamasa con condiciones básicas de ricos materiales que, en el trabajo a fuerza de mazo y cincel, den forma al hombre iluminado.

La práctica de la selección de los profanos como candidatos para ingresar a la Masonería nos viene de lejano; los iniciados en los misterios de la antigüedad debían ya reunir excepcionales cualidades personales, entre las que se hallaban la constancia, el ejercicio de la observación, la discreción, honradez y conocimientos sistemáticos en determinadas materias y artes.

En esta sociedad en la cual vivimos, la gran industria, los grandes capitales requieren de un hombre masificado que consuma lo que los demás consumen, que vista lo que los demás visten, que piense lo que los demás piensan, que usen su tiempo libre en lo que la industria del ocio determina.

El consumismo es el signo de la sociedad presente, los shopping son las catedrales del hombre moderno, donde se compra no por necesidad, sino por notoriedad. La cuantificación caracteriza la vida actual. El hombre de hoy quiere “tener” más y no “ser” más.

Así se provoca el fenómeno de la enajenación, por el cual el sujeto se experimenta a sí mismo como ajeno; se observa como una mercadería que debe ser bien puesta en el mercado; su vida misma juzga conforme a las leyes de la oferta y la demanda, el éxito lo mide en términos comerciales de debe y haber; tanto es así que cuando fracasa comercialmente prefiere suicidarse.

De esta forma se da nacimiento al hombre masa, incapaz de vincularse a los demás mediante el amor, así se hace narcisista, incapaz de trascender mediante la creación, prefiere destruir para ser recordado; incapaz de obtener seguridad social a través de la fraternidad, prefiere hacerse miembro de cualquier secta o grupo que le otorgue seguridad; incapaz de lograr su identidad por medio de la individualidad, prefiere la conformidad, el slogan e incapaz de obtener una estructura ideológica que lo oriente mediante la racionalidad, prefiere la irracionalidad del dogma fácil.

En ese mundo, se hace difícil encontrar al hombre selecto; por ello la Masonería es de selección; sólo quienes son capaces de escapar de esa masificación pueden con derecho golpear las puertas del templo.

No deseamos curiosos o mal intencionados, infieles que no pueden comprenderla, desocupados de oficio que sólo pueden medrar haciendo reír, ya que no pueden hacerse agradecer una enseñanza seria o un acto fecundo.

No debo disimular aquí uno de los cargos que se hacen a la Orden en el mundo profano; se dice que la Masonería es una institución en la cual el que ingresa pronto asciende en los cargos civiles o en los escalafones institucionales, merced a la ayuda que le prestarían sus cofrades, sin más consideración que el de la hermandad, desconociendo las capacidades y atropellando los méritos de quienes no son masones.

Cuantos llegaron con esta creencia a decorar las columna de un templo, pronto se han ido decepcionados al comprobar que los beneficios son sólo espirituales y de orden ético y que, en el orden material, hay que dar más que lo que se recibe.

Demuestra también, aunque sea penoso decirlo, que los patrocinantes y auspiciadotes de tales profanos considerados indignos de pertenecer a la Institución, actuaron erróneamente porque, en el fondo, no poseen los conocimientos de todo masón, o no tuvieron el necesario interés para adentrarse en el sereno examen de nuestros Ritos y aún acaso, no dan a los símbolos toda la trascendencia e importancia que entrañan en la vida real.

Ya podrán notar que no se trata de adeptos, simpatías personales o conveniencias particulares, sino de calidad y eficiencia para la gran obra, el hombre. La Masonería centra su interés en él y mediante el conocimiento pretende por una parte, hacer de cada masón, un elemento útil y eficaz, preparado para el cumplimiento de una elevada, constante y renovada actividad, encaminada a la conquista del bien colectivo, al mejoramiento y elevación de las formas de vida de la sociedad humana para que en ella imperen la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Christian Gadea Saguier
© Blog Los Arquitectos

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