El legado de Darwin

¿Qué nos dice la evolución sobre nosotros mismos; sobre el lugar que ocupamos en el universo; por qué debería importarnos la evolución; cómo queda el dios del monoteísmo ante la evolución? Para responder a estas preguntas me tomé un par de semanas del pasado julio y leí una obra de John Dupré, doctorado en filosofía por la Universidad de Cambridge, que lleva por título el nombre de esta nota.

La principal implicación del evolucionismo -que todos los seres vivos provenimos de un origen común por ramificaciones sucesivas- aportó a las ciencias de la vida el marco unificador que tanto necesitaban. Pero una de sus implicaciones secundarias, que el ser humano evolucionó a partir de un mono, estaba destinada a trastocar de forma radical la percepción sobre nuestros orígenes. La historia narrada en el Génesis salió particularmente perjudicada, y la reacción del conservadurismo religioso sigue resonando un siglo y medio después, con el movimiento del diseño inteligente como último disfraz científico del creacionismo norteamericano.

Los argumentos actuales del creacionismo -o los de su disfraz científico, el diseño inteligente- no se diferencian mucho de los expuestos por el reverendo británico William Paley en su influyente libro Teología Natural, de 1802, cuyo subtítulo habla por sí mismo: Evidencias de la existencia y atributos de la Deidad recogidas de la apariencia de la Naturaleza. Paley resumió sus razonamientos en la célebre alegoría del relojero: si encontramos un reloj en medio del campo, deduciremos la existencia de un relojero; si observamos una mariposa, el ojo de un águila o el cerebro humano, deberemos deducir la existencia de Dios. El diseño -y las cosas vivas apestan a diseño por todos los poros- implica siempre la existencia de un diseñador.

Este año se cumple un siglo y medio de la refutación de esa idea: la evolución por selección natural, presentada por Charles Darwin y Alfred Russel Wallace en un artículo conjunto de 1858. Las celebraciones culminarán en 2009, cuando cumpla 150 años El origen de las especies, el libro de Darwin que fundó la biología moderna. La obra puede leerse como una refutación obsesiva y minuciosa del libro de Paley "hasta en el estilo de los argumentos, la elección de los ejemplos, los ritmos y las palabras", según ha documentado el evolucionista Stephen Jay Gould. La selección natural de Darwin es una teoría para fabricar diseños sin necesidad de diseñador: hecha a medida para pulverizar uno a uno los argumentos de la teología natural.

La idea de Darwin es tan simple, poderosa y autoevidente que justifica la reacción de su amigo y colega Thomas Huxley al escucharla por primera vez: "¡Qué increíblemente estúpido no haber pensado en ello!". Y también el hecho de que Wallace llegara a la misma conclusión de forma independiente.

Negado por los así llamados "creacionistas", que insisten en desconocer la teoría de la evolución, o apropiado por la psicología evolutiva, que ve allí la única clave para comprender la conducta humana, el legado de Darwin aparece hoy desdibujado por el fundamentalismo religioso o por las mitologías científicas.

Este libro sostiene que la teoría formulada por Darwin tiene consecuencias trascendentales para nuestra visión de nosotros mismos y de nuestro lugar en el universo. Y explica, con un lenguaje sencillo y claro, el alcance y los límites de dicha teoría, sus implicaciones sobre el mundo religioso, las ideas de raza y género o el estatus de los animales, precisando, también, los marcos del debate entre biología y cultura, y la decisiva importancia de ésta para comprender la conducta humana.

El autor, y también quien escribe, no coincide con la idea de algunos cristianos, filósofos y biólogos, que sostienen la posibilidad de reconciliación entre la teoría de la evolución y la fe cristiana. Considera más bien que se trata de concepciones enfrentadas. Sustenta su formulación en base a las corrientes de pensamiento que incluyen al empirismo y al escepticismo, argumentando que no existe ninguna evidencia que respalde la creencia en una deidad.

Adopta una actitud escéptica ante algunas consideraciones supuestamente científicas (sobre todo de parte de la psicología evolutiva) que intentan considerar a la teoría de la evolución como la clave de todas la mitologías y como camino hacia la comprensión total de la naturaleza humana. Expone la contradicción existente entre los religiosos, quienes anteponen una barrera entre el ser humano y los demás animales, y por otra parte, los psicólogos evolucionistas, quienes consideran que los humanos somos solamente una especie más del mundo animal.

El primer problema grave que suscita la teoría de la evolución es justamente la palabra "teoría" que en el habla popular se utiliza con un alto grado de conjetura y especulación, perdiendo de este modo cierta autoridad, cayendo en la afirmación "es pura teoría", como una postura que no reconoce lo que se postula. El segundo viene por la expresión del artículo definido "la" que sugiere la existencia de un todo unificado o tal vez de un todo que debe ser aceptado o rechazado íntegramente. El último aparece de la ciencia misma al establecer un paralelo entre esta teoría y otras, como la de la relatividad, o la teoría cuántica. Dupré considera que no es útil pensar esta teoría en términos axiológicos.

La importancia de la selección natural fue el mayor aporte que realizó Darwin a la ciencia. Se volvió el factor más importante para entender las modificaciones que ocurren en el transcurso de la evolución. La teoría se entiende de la mejor manera por medio de las variaciones en las aptitudes heredables, sin embargo es objeto de gran controversia científica. Se plantea su verdadero grado de importancia dentro de la evolución y sobre la misma manera de entender este proceso.

El legado de Darwin nos proporciona conocimientos de la crónica más abarcativa de la historia de la vida y permite entender de qué manera encajan cierto hechos dispares, revela muchas cosas sobre el lugar que ocupamos en el universo, pero no suministra suficiente para entender la clase de seres que somos. Permite el desarrollo de una visión del mundo totalmente naturalista y asesta un golpe mortal a las cosmologías geocéntricas, socavando los fundamentos de la creencia religiosa.

¿Qué significa el "naturalismo"? Es una visión del mundo anti-sobrenatural. Se resiste a considerar la existencia de espíritus, almas y dioses. Esta objeción no se basa en un mero prejuicio, se basa más bien sobre un principio. El principio de que la creencia de algo debería estar fundamentada, en última instancia por la experiencia, experiencia en la que basamos nuestros conocimientos.

En conclusión, la contribución de Darwin dio un paso importante en el camino que nos aleja del animismo primitivo, pasando por los grandes pensadores del Renacimiento y en dirección a una visión naturalista del mundo que logró prescindir de fantasmas, dioses y espíritus, que en la antigüedad servían para explicar todos los fenómenos naturales. Así, sabemos lo suficiente para aceptar nuestra ignorancia, por lo que no debemos quedar satisfechos ante mitologías que se construyen por pura ignorancia.

Christian Gadea Saguier

1 comentario:

  1. Les trames symboliques de nos sociétés

    De Roland Barthes - dans ses Mythologies (1957) notamment - à Umberto Eco - dans quasiment l’ensemble de ses œuvres et singulièrement ses travaux de sémiologie tels que l’Oeuvre ouverte (1962) -, nombreux sont ceux qui pourtant nous auront avertis tout au long de la seconde moitié du siècle passé : nous ne pourrions en rien travailler les uns et les autres aux constructions de sens qui accompagnent nos démarches au quotidien si nous nous mettions à oublier les trames symboliques sur lesquelles se sont construites nos sociétés et si, par un malheur qu’il nous faudrait expier bien longtemps, nous n’accordions l’attention et la place qu’il convient aux signes qui sont ceux de nos convictions et de nos engagements.

    Quels ignorants auront donc oublié que la barbe se voulait d’abord signe d'apostolat et de pauvreté, manifeste fort de qui critiquait la modernité et son soi-disant bon sens où se trouvent si bien enracinés le refus de l'altérité, la négation du différent, le bonheur de l'identique et l'exaltation du semblable. Barthes nous aura pourtant alerté sur le danger qu'il y a à confondre le signe et le sens et à ne plus voir les signes apparents au risque de perdre le sens caché au travers de ce qui permet précisément de reconnaître et de distinguer.

    Les pseudo-débats actuels autour des signes religieux et où le port de la barbe par exemple a pu être évoqué comme pouvant être potentiellement de mauvais aloi n’ont ainsi pu qu’exhiber au premier plan l’invraisemblable inculture qui justifie des propos que seule peut excuser la totale ignorance de tous les travaux menés au cours des deux derniers siècles au moins sur ces questions. On aura donc même oublié l’héritage de Constantin - ce n’est pas et de loin le seul domaine où se manifeste un tel oubli - et par exemple la force du symbole de Nicée sur lequel l’Europe s’est construite. Et si nous écoutions nos amis polonais ou espagnols ?. http://www.arenotech.org

    A lire, à lire, à lire...:

    en français : "Derrière la loi foulardière, la peur", Alain Badiou, philosophe, écrivain et professeur à l'Ecole Normale Supérieure, Le Monde 22/23 février 2004, pag 13
    en espagnol : "La teta y el velo", Zoe Valdes, El Mundo 1 de marzo de 2004, pag 4 et 5
    Signes et symboles

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